6.

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Capitulo 6. Consejo al espejo.

Apenas dió un paso fuera del apartamento 603, y la culpa lo invadió. Si su padre lo viera hablando con tanta confianza a una sangre sucia, lo castigaría tan fuerte como en aquella ocasión...

—Por favor Lucius no seas duro con el, es solo un niño!— suplicaba Narcissa. Igual de asustada que su pequeño hijo.

Draco se había encerrado en su habitación por sugerencia de ella. Ambos creyeron que así evitarían la furia de Lucius. Obviamente no sucedió.

Aquel día, en la mañana, al unigenito de los Malfoy se le ocurrió regalarle a su sirviente personal, un par de prendas que el elfo doméstico le pidió.

Inocentemente lo liberó.

—¡Hazte aún lado o también recibirás tu parte!— sin tocar, Lucius Malfoy entró hecho un energúmeno a la habitación, haciendo saltar de la cama al pequeño. dame la cara muchacho cobarde.— dijo al ver a su hijo escondido bajo la cama.

El pequeño rubio salió, Luchando contra su miedo, se paró frente a su padre y alzó el rostro, húmedo por sus lágrimas.

—Lo siento padre.— se apresuró a decir, pero Lucius Malfoy no quería una disculpa. Quería disciplina y orden, una lección dura después del escándalo que se hizo el elfo doméstico.

La criatura salió dando de brincos por toda la mansión, gritando su libertad, sublevando a los otros elfos y dejando en ridículo a sus amos.

No podía volver a suceder una cosa así, y ver a su hijo tembloroso y llorando, lo confirmo. No quería un hijo débil. De su bastón de serpiente sacó su varita, conjurando algo que el pequeño Draco no logró oír. La punta de la varita se encendió en un rojo incandescente.

Levántate la camisa.— le ordenó.

El delgado niño obedeció sin parar de temblar. Cerca del ombligo, su padre enterró con fuerza la punta caliente de su varita, tomando a Draco del hombro para que no se escapara. Los gritos del pequeño se oyeron fuerte y claro por toda la mansión.

Cuando su padre terminó, con miedo, Draco se miró el estómago; un punto de carne chamuscada había quedado eternamente marcado en su piel.

Mírame, Draco— ordenó Lucius, pero al no recibir respuesta a su mandato, tomó a su hijo de la cara y con fuerza paso los dedos por todo su rostro, quitándole las lágrimas —¡No llores! ¡Eres un Malfoy, nadie debe verte llorar, nadie! Ni siquiera tu madre. Y nunca pidas disculpas, los Malfoy no tenemos porque disculparnos por nada. Si has cometido un error, o lo resuelves o lo escondes lo suficientemente bien para que nadie lo sepa. ¿Me has entendido?

De lo profundo de Draco, surgió un horrible sentimiento. La ira. Pero siendo demasiado joven para controlarla, pronto ese sentimiento se apoderaría de él para siempre. Su padre lo estaba jodiendo más de lo que podía imaginar.

—¡Traiganlo!— soltando a su hijo, Lucius trono los dedos.

Aparecieron dos elfos domésticos que cargaban a otro, ese que había liberado Draco, muerto.

—¡Esto es lo que le pasa a la escoria que busca burlarse de mi autoridad!

Los elfos dejaron caer el cadaver a los pies de su amo. Lucius lo pateó con desprecio. Casi cómo si se tratara sólo de un costal de desecho.

Lost City. Mi Nueva Vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora