Día Uno

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día 1

Nos sentamos en la barra y pedimos sándwiches y un batido de fresa. Todo era silencio, miradas pequeñas y gestos hasta que ella inquirió:

-¿Cres que nos estén buscando?

-Es lo más probable, ya han de tener todo un arsenal de tortura listo para nosotras.-respondí.

-No, no ellos, me refiero a nuestros padres.

-A mí quizás me busquen hasta dentro de unos días más y se resignen pronto. Yo soy una carga para ellos y te apuesto que Enrique se preocupará más que mi papá.

-Yo creo que a ti si van a buscarte. A mí en cambio... se alegrarán. Es la primera vez que no llego a dormir y lo que les pesa es que la cena no estuvo lista.

-¿Piensas volver?

-No lo sé. Quiero seguir estudiando y tener una casa.

-Pero ahí te maltratan Elizabeth. ..

-Quizás sea diferente, quizás me extrañaron y se den cuenta de que si me quieren.

-Yo espero que sí Eli.-le sonreí y volvimos a comer.

Nuestras familias habían ideado un mundo donde nosotras no estabamos completamente incluidas. Estábamos más solas que acompañadas y carecemos de amor, pero por lo menos nos teníamos la una a la otra por siempre.

Mi mamá había migrado a los Estados Unidos en busca de una mejor vida, el típico sueño americano que se convierte en pesadilla. De principio nos mandaba dinero a mí y a mi papá hasta que dejó de mandarlo y ya ni cartas teníamos de ella. Mi papá sufrió mucho porque vivió con la idea de que su mujer había muerto en algun lado. Yo por mi parte sufrí un poco menos, pues cuando se fue yo tenía escasos dos años y no recuerdo bien su persona. Muchos años después, en mi etapa de adolescencia, mi padre estaba más alegre y salía con un amigo a beber unas copas. Hasta que de la nada me dijo《Samanta. Enrique vivirá con nosotros, somos pareja》así, sin rodeos ni titubear. Desde ése día yo pasé a segundo plano y ellos vivían en su mundo de amor y besos. Las cosas se complicaron porque mi papá no pudo dejar aquellas copas en el olvido y se convirtió en el estereotipo de un alcohólico golpeador y problemático. A mí sólo me golpeó una vez, por llegar a casa tarde. Y a Enrique muchas veces, por cualquier cosa.

Pero a mí tampoco me gusta hablar de mi familia, mi mundo es ella.

Los padres no se dan cuenta del amor que uno necesita. Somos carne y hueso creado por ellos, somos un pedazo de su imagen y semejanza puesto en nuestro cuerpo. Uno comprende que hay problemas y situaciones difíciles pero ellos no suelen comprender que como hijos, necesitamos un poquito más del tiempo y espacio que le dan a otros deberes. Preguntar como se encuentra cada uno es un paso para saber que existe interés y que alguien se preocupa en algún lugar cuando llegas tarde o no contestas el celular. Y todo eso es gracias a los padres, porque terminamos siendo lo que ellos nos dieron a escojer, porque nunca vamos a ser como ellos. No se dan cuenta de el daño que hacen al verse desinteresados en su propia familia. Ser es hacer, y pocos saben realizar sus deberes como padre.

-Sam, Sam, hey Sam.-dijo en voz alta Elizabeth.

-¿Qué? ¿Qué pasó?

-Hay que irnos.

-Deja pago la cuenta.

-Ya pagué yo, vámonos.

La tarde se nos pasó comiendo, andando y haciendo llamadas por teléfono público a el informante que vimos la última vez. Le tuvimos que llamar varias veces para que nos mantuviera al tanto de todo.

Siete Días en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora