Capítulo 17

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Sentado frente al abogado, firmaba presuroso todo lo que le alcanzaban. Su socio lo miró mientras Tom no sacaba la vista de la pila de papeles que tenía a su lado.

-Todavía no entiendo bien qué es lo que te hizo cambiar de opinón. Pero creo que tu decisión es la correcta, amigo -le dijo desde el otro lado de la mesa.

-Lo sé. Y no soy tu amigo -le contestó Tom en un gruñido, terminando de firmar y alejando la pila sobre la mesa. Se levantó, arrastrando la silla tras de sí, y miró a su socio a través del salón. -Ya tienes lo que querías. La empresa es toda tuya. Ahora sí puedes hacer lo que quieras con ella. Si no te molesta, tengo otra reunión -le dijo, indicándole con la mano la puerta de salida.

Se apretaron las manos y Tom lo maldijo en voz baja. No quería verlo más, y la venta de su parte de la empresa finalmente había sido la mejor opción para él y para sus planes. Necesitaba el dinero, necesitaba deshacerse de todo lo que lo anclaba a esta maldita ciudad, y necesitaba resolver los problemas que lo habían llevado a colapsar, y a hacer aquel viaje maravilloso. Y era lo que estaba haciendo.

La voz de su abogado lo trajo a la realidad nuevamente.

-Tom, estamos listos para el próximo paso -le dijo, abriendo la puerta de la sala. Su mujer entró, haciendo sonar los tacos en el frío piso de porcelanato. El dolor que sentía antes, cuando la veía y veía el desamor en sus ojos, había desaparecido. La veía lejana, plana, sin color, sin matices. Era una extraña. Se preguntó cómo alguien tan cercano, alguien a quien había amado, se había convertido en una desconocida.

No esperó la respuesta, no la necesitaba. Firmó los papeles del divorcio tan rápido como se los pusieron delante de él, y salió por la puerta.

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