1. No es fácil olvidar tu pasado

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FlashBack

Era una tarde de verano, el sol inhundaba la ciudad cegando a todo aquel que pose su vista en él, la brisa mecía las hojas de los árboles y los niños jugaban libremente fuera a la pelota. Otros niños solo jugaban a las palmitas mientras sujetaban un helado de cucurucho en la otra que se derretía con cada rayo de sol. Hoy no había ajetreo, la ciudad estaba tranquila, pero unas risas en el patio trasero silenciaron toda tranquilidad. Me separé de la ventana que me permitía ver las vistas hacia la calle para traspasar el pasillo y la cocina hasta llegar al patio trasero donde pude averiguar a cuatro chicos riendo animadamente y dos de ellos corriendo sin parar. Sólo supe reírme de aquella escena tan tierna y pensar en que era la chica más afortunada del mundo en tenerlos aquí conmigo.

Realmente lo era, ¿por qué todo acabó?

*Fin del flashback*

Todavía recuerdo esos instantes de completa felicidad en los que disfrutaba cada segundo de mi vida, siempre con una sonrisa en la cara, dispuesta a luchar y seguir adelante, sin dejar que nadie me deteniese. Cuando mis sueños estaban totalmente claros, terminar el instituto, graduarme, estudiar medicina en la Universidad de Princeton, y casarme y tener hijos con el amor de mi vida. Pero todo eso se esfumó una noche cualquiera, la noche en la que para mí, todo cambió. Todos mis sueños, todos los planes que tenía se esfumaron ese mismo día dando paso a las pesadillas. Esa misma noche de Otoño, cuando todo a mi alrededor cambió, y yo cambié. Dejé todo lo que amaba, tomé la decisión que hizo a mi vida dar un enorme giro, y una parte de mí no se arrepiente de haber tomado esa dicisión. Ni siquiera cuando ahora estaba huyendo de ella. Todo empezó cuando huí lejos de ellos. Dolió, y no fue fácil. Pero necesitaba ir a buscarlos, buscarlos hasta encontrarlos, no me importaba pasarme días, semanas, meses... Necesitaba encontrarlos.

*Flashback*

Corrí y corrí, y aún así era en vano. ¿Cuánto llevaba corriendo? ¿Media hora? ¿Una hora? Lo único que sabía es que estaba cansada como el infierno. Necesitaba parar, descansar y beber un poco de agua. Pero ni tenía agua ni tiempo para pararme. Decidí ir más despacio esta vez, estaba empezando a sentirme débil y mareada y mis pulmones suplicaban un poco de oxígeno después de quemar las tantas calorías que seguro que habré quemado durante el rato que me he llevado corriendo. Por no hablar del frío que hacía. Arrimé mi chaqueta a mi cuerpo, intentando detener el frío que comenzaba a calar mis huesos. Mi estómago rugió. ¿A quién se le ocurría escaparse sin llevar ni agua, ni comida, o si quiera un poco de muda limpia? A mí, por supuesto.

Caminé y caminé hasta que vi a un grupo de personas a lo lejos, estaban bastante lejos a decir verdad. Tanto, que desde mi punto de vista parecían sombras. Además, la oscuridad me impedía ver con claridad. Efectivamente, era de noche. Una chica de catorce años caminando sola de noche por una parte desconocida de Los Ángeles. Una presa perfecta para los psicópatas borrachos por ahí sueltos con sed de sexo de chicas menores e indefensas como yo. Quitando ese pensamiento de mi mente de la posibilidad de encontrarme con algún pervertido-violador que fuese a tomar la decisión de secuestrarme hasta llevarme a un rincón recóndito de la ciudad, donde mis gritos de auxilio no pudiesen ser escuchados, para abusar de mí, me acerqué más hacia esas personas pensando que podría pedirles ayuda. Quizás decirme donde estoy o dejarme su móvil ya que el mío había muerto, para llamar a un taxi y pedirle que me lleve al hotel más cercano. Otro punto en mi contra, no tener el maldito móvil operativo por si pasaba cualquier cosa. Antes de escaparme cogí algo de dinero de mi hucha. Creo que tenía suficiente dinero para quedarme durante al menos tres días en una habitación de hotel. Eso fue quizás lo único inteligente que hice antes de escaparme. Seguí caminando hacia esas personas que parecían ser tres chicos. Me fijé en que había uno más, delante de ellos, quien a medida que me iba acercando me confirmaba que era algo más mayor que los otros tres. Me fui acercando más hasta que estaba a unos cinco metros detrás de ellos. Los tres chicos estaban de espaldas por lo que no podían verme y parecieron no reparar en mi presencia. Sin embargo, el chico frente a ellos no estaba de espaldas, estaba frente a ellos y frente a mí, aunque tampoco parecía darse cuenta de que estaba ahí. Cuando iba a hablar para pedirles ayuda, vi algo que me desconcertó y me dejó en shock. Algo que me hizo replantearme si había sido una buena idea haber venido a pedirles ayuda. Y que por supuesto, había hecho que por mi mente cruzase la atractiva idea de mover mis piernas y huír lejos de allí, pero estas parecían no querer contribuir conmingo ya que estaban paralizadas, al igual que mi cuerpo entero. En el bolsillo trasero de los tres chicos que estaban de espaldas a mí, había un arma escondida en su interior. Y ellos parecían estar listos para usarlas contra alguien en cualquier momento. Concretamente con aquel hombre, ya que tenía todas las posibilidades de que le agujerearan el cuerpo con sus balas. En ese momento, me puse a pensar que si hacía algún movimiento en falso y dejaba que me descubriesen, yo también acabaría con el cuerpo agujereado. Por lo que tenía que hacer todo lo posible por pasar inadvertida. Ya que mi cuerpo no respondía, debía convertirme en alguien invisible para salir ilesa de ahí, y con suerte, viva. De repente, una voz sonó rompiendo el silencio. Una voz ronca y profunda que me hizo estremecer. Me estaba empezando a asustar demasiado. Por lo que sé, estos podrían ser mis últimos momentos de vida. Y esa idea me aterraba. Me quedé totalmente quieta, sin hacer ningún ruido por si la cagaba, me descubrían y me pegaban un tiro entre ceja y ceja por interrumpir su querida "reunión de amigos."

El lazo de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora