4. ¿Acaso no te alegras de verme?

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Anna's Point Of View:

Abro mis ojos parpadeando un par de veces, intentando acostumbrarme a la luz que entraba a través de la ventana. Estiro el brazo y con mi mano apago el molesto ruido del despertador. Me incorporo sentándome sobre la cama frotando mis ojos cansada.

Cuando estuve más o menos consciente me dirigí al baño para darme una ligera ducha de la cual salí diez minutos después con una toalla envuelta a mi alrededor y el cabello húmedo.

Me puse ropa interior y abrí el armario para decidirme que iba a ponerme hoy.

Me decidí por algo que me compré ayer cuando fui de compras con Sam. El conjunto consistía en unos shorts vaqueros y una camiseta de tirantes negra que ponía "Nirvana" en letras mayúsculas y amarillas con una cara dibujada debajo.

La camiseta tenía la parte de las axilas algo grande, se me veía un poco el sujetador negro y la piel.

Me encantaban las camisetas así. Pienso que te hacían ver sexy.

Me coloco unas vans negras a juego y a continuación, seco mi cabello con la toalla. Lo cepillé un poco y listo.

Me observé en el espejo mientras tocaba mi cabello con mis manos y cogí mi bolso saliendo de la habitación y bajando las escaleras con prisa.

Me dirijo a la entrada y cojo del cuenco las llaves de casa y del coche. Salgo cerrando la puerta tras de mí y con paso ligero me dirijo al vehículo.

Iba a entrar en él cuando me sobre saltó un rugido descomunal haciendo que asustara la mierda fuera de mí.

Había pasado una moto por mi lado a probablemente 200 km/h asustándome hasta la mierda y haciendo que diera un pequeño brinco.

Posé una de mis manos en mi pecho respirando con dificultad.

"Gilipollas." Mascullé aún recuperándome del susto.

Entré en mi coche cerrando la puerta tras de mí, di un fuerte suspiro aún coleccionando una serie de insultos para el subnormal que había decidido que sería genial pasar a esa velocidad por al lado de una persona.

Arrancando, me posicioné en la carretera haciendo mi camino hacia centro.

Llegué unos diez minutos después. Aparqué frente al establecimiento y bajé del coche cerrándolo con seguro.

Caminé hacia el establecimiento entrando en él y poniéndome en la cola, esperando mi turno.

No tuve que esperar mucho, al cabo de cinco minutos era mi turno. La simpática chica de siempre me atendió con una libreta en su mano.

Pedí un frapuccino de café, ya que era mi segundo día de clases y tenía que estar despierta y despejada.

Enseguida me dio mi frapuccino y yo le pagué a continuación.

Me dirigí hacia una de las mesas vacías que había sentándome en una de las sillas. Di mi primer sorbo a mi caliente café y tragué sintiendo como el líquido bajaba por mi garganta.

Miro a mi alrededor, observando a todas aquellas personas sentadas sobre las sillas y charlando entre ellas.

Ya filosofé sobre esto hace días, pero a veces, resulta triste lo ajeno que es el ser humano ante ciertas cosas. Un ejemplo claro es a la sociedad. Una sociedad que está dispuesta a joderte la existencia con leyes y prejuicios. Una sociedad que obliga a los más débiles a luchar una batalla que saben que no pueden ganar.

El lazo de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora