Parte I: Lo que ocurrió una noche de primavera

44 6 0
                                    

La ley de Murphy

Las noches de abril son perfectas para ver el cielo estrellado. Entre el invierno que se va y la primavera que está tratando de hacer florecer sus nuevos dominios, el cielo es claro y el clima agradable. Aizawa Shota casi compone un haiku. Casi. A su lado, el parloteo de su acompañante le hace imposible cualquier reflexión profunda. No que le importe. Escribir un haiku mientras mira el cielo es la última línea antes de llegar a la completa cursilería y ya era lo suficientemente cursi que estuvieran los dos tomando sake juntos esperando las primeras sakura de la temporada.

A su lado, Yamada Hizashi está tocando el shamisen. De todos los instrumentos que pudo haber traído… y lo peor de todo es que podía tocarlo. No que le sorprendiera mucho. Era Hizashi, después de todo. Por lo menos no estaba vestido en el traje tradicional de su templo. Los dos estaban de mezclilla, chamarra y calcetas de colores (Hizashi) y le daba la ilusión de que eran dos personas cualquiera. Una pareja dispareja porque eran de personalidades muy contrastante, no porque eran de sectas distintas. Shota suspira.

Para desviar aún más cursilerías, se acerca el pequeño vaso de sake dulce a la los labios y toma un trago largo. Calienta su cuerpo mientras baja y se siente muy a gusto. Vuelve a sentir calma: una perfecta noche de primavera. Claro que ese debía ser el momento preciso en el que Hizashi detiene su canción para exclamar, —Shota, mira, ¡una estrella fugaz!

Shota voltea hacia donde miraba Hizashi y se le cae el vaso de cerámica. El sake cae sobre la madera del pasillo abierto y Hizashi voltea con un pañuelo para limpiarlo, —Oye, cuidado, sí sabes que esto daña la made…

Shota se ha levantado abruptamente. Hizashi deja el shamisen en el piso y se levanta también. Extiende su mano para tocar su hombro, pero Shota voltea verlo, la expresión oscura. Muy pocas veces a visto esa expresión en la cara de Shota y nunca es grata su expresión. Igual está preocupado y sabe que no puede ocultarlo. El otro suaviza su expresión pero está respirando de manera errática. Hizashi entiende; está viendo algo. Toma sus manos—están heladas—y espera. Es lo único que puede hacer.

En la oscuridad del Velo aparecen unos ojos rojos. Lo miran fijamente mientras arden en fuego sagrado. Mientras la oscuridad los oculta. Mientras la oscuridad se agrieta, poco a poco. A lo lejos un niño llora. Shota sabe que no puede hacer nada, pero no entiende. ¿Qué se supone debía hacer? ¿Qué estaba viendo exactamente? Siente que toman de su mano; mira hacia abajo, un niño de cabellos verdes lo empieza a jalar, está llorando, pero no deja de jalar su mano.

“¡Está en peligro, ese niño está en peligro, ayúdalo, por favor!”

Abre los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora