Marica | KookV

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El resto de años fui creciendo de manera "normal". Los sentimientos y sensaciones que experimenté cuando pequeño, persistían con fuerza y en silencio, en lo más profundo de mí. Lo pensé por mucho tiempo, tratando de entender dentro de mi niñez el porqué estaban allí, porque se negaban a marchar y se aferraban a mi alma como si aquel fuera su hogar, siempre sin comprender que era realmente.

Cuando tenía diez años, solía jugar cada tarde con los niños que vivían cerca de mi casa, a quienes percibía como mis mejores amigos.

Éramos cuatro, Seokjin, Taeyeon, Hyuna y yo. Juntos salíamos en bicicleta y recorriamos gran parte del tranquilo lugar en el que vivíamos, o simplemente jugábamos afuera de alguna de nuestras casas.

Siempre buscábamos algún juego para pasar la tarde.

— ¿Qué quieren jugar ahora? — pregunté mientras me sentaba en el césped.

Ella guardó silencio durante unos segundos antes de hablar.

— No lo sé.— dijo Hyuna — ¿Quieren jugar a la casita?

Todos estuvimos de acuerdo.

— ¿Qué les parece si Tae y yo somos los papás y ustedes son los hijos, y tienen que hacer todo lo que nosotros decimos? — preguntó Hyuna.

— No es justo. — respondió inmediatamente Taeyeon, cruzándose de brazos.

— Bueno, eso es lo que hacen los papás. — dijo la contraria.

La otra chica frunció el ceño, negándose a ceder a las demandas tan poco equitativas.

— Nosotros también podemos ser los papás y ustedes los hijos. — respondió Taeyeon con obviedad.

— De ninguna manera. — se opuso Hyuna.

Cuando me di cuanta de que la conversación no nos iba a llevar a ningún lugar, traté de proponer algo que nos hiciese felices a todos.

— Tengo una idea.— dije — ¿Qué tal si Jin y yo somos los papás? — pregunté sonriendo.

Estaba emocionado, pero lo único que recibí fueron miradas llenas de confusión y un notable silencio mientras todos se miraban entre sí.

— Eso es realmente raro.— me respondió Hyuna, mirándome con desaprobación.

— No, será divertido.— les dije tratando de convencerlos.

— Eso es realmente asqueroso.— dijo de vuelta.— ¿Qué eres? ¿una especie de "marica"?

— No, no lo soy.— respondí mientras mi sonrisa se desvanecía cada vez más rápido.

— Lo eres.— dijo firme y con una expresión de asco.

— No, no lo soy. — negué alzando un poco la voz.

El temor recorrió mi cuerpo, haciéndome sentir desesperado por aquello que salía de sus labios. Palabras que llegaban al fondo de mi corazón y mente, despertando el sentimiento de culpabilidad que había tratado de mantener dormido.

— ¡Lo eres! — gritó con fuerza.

— ¡No lo soy! — exclamé casi suplicante.

Ella solo ignoró lo que decía y se levantó a un paso acelerado.

— Vamos chicos, no jugamos con maricas.— yo solo los miraba dolido, aún sentado en el césped afuera de mi casa.

— Les diré a todos que eres un asqueroso marica.— terminó por decir con una mirada de superioridad, casi como si mi existencia frente a la de ella, no valiese nada.

Después de eso me obligué a ser normal.