I. Supongamos que no volveré a cenar tacos

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El volver a estar consiente no me ayudó en absoluto, un fuerte dolor me rodeó el cuello, parecía a todas esas veces en las que había dormido chueca. El suelo pareció volverse un tranquilo mar, meciéndome y dejándome llevar con el arrullo, hasta que recordé que el suelo firme no podía moverse y solo era efecto del golpe en la cabeza. El olor putrefacto empeoraba las cosas. Miré hacia mi alrededor, esperando ver el asqueroso resultado con el que soñé.

Hubiese sido menos desagradable haber despertado en el baño devolviendo mi cena, que hallarme acostada en bolsas de basura, donde las moscas parecían no querer darme la grata bienvenida a su hogar. Me levanté enseguida, sintiendo que besaría al suelo si daba un paso en falso. Mi cerebro pareció despertar del todo cuando vi mis pies tocando los desechos esparcidos.

En pequeños, y muy infantiles, brincos me alejé del lugar sin evitar que el estómago se me revolviese, pasé los pies por el (un poco más limpio) suelo como si pudiesen dejar cualquier rastro de basura que pisaron. Sacudí la cabeza, esperando por fin despertar. Pasaron 30 segundos hasta que ya no quise seguir contando. Entrecerré los ojos, esperando a que se acostumbraran al brillo del sol y por primera vez me atreví a observar el lugar con el que soñaba.

¿Te encuentras bien? giré, desprevenida, hacia la voz. Era inevitable no parecer nerviosa frente a la mujer de cabello verde y piel ceniza.

¿Todo este tiempo me había visto en la basura? Qué vergüenza.

Pero mientras que ella me veía preocupada, seguí observando el lugar, intentado ignorar su mirada mientras me sumergía en la pena ajena; estaba en un pequeño barrio con demasiados objetos oxidados, que tendría un aspecto lúgubre de no ser por la pintura verde que intentaba darle color al lugar. El olor a metal era más potente que el de la basura, esperando tomar el olor menos asqueroso.

¿Dónde estoy? hablé en voz alta, preguntándome cómo era posible que mi cuerpo sólo soportara cinco tacos bañados en salsa antes de colapsar en un sueño.

La señora se acercó a pasos lentos, como si esperara que le dijera algo por su acción.

En Ciudad Zombie, ¿dónde más podría ser? su tono obvio, sin ninguna otra cuestión me dio tranquilidad. Parecía algo común que foráneos cayeran en su ciudad de la nada—. Aunque, tú no deberías de estar aquí.

¿Disculpe?

Primero no tenía ni la más remota idea de dónde estaba y ahora me decían que no debía estar ahí. La señora hizo un ademán con su mano, señalándome que la siguiera. Y mientras parecía llevarme a la salida me explicó que a los humanos no les permitían estar cerca, pues donde había despertado era "hogar" de los... ¿zombies?

1| Como en un sueño [ZOMBIES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora