First.

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Posar mis labios sobre los de él, es como tocar el cielo, su ritmo lento y suave hace temblar cada parte de mi ser. A pesar de que no tengo práctica, intento hacer mi mejor esfuerzo, y acoplar mi ritmo al de él.

Mis dedos acarician su nuca, los enredo en su cabello halando su cabeza hacia atrás, de alguna manera profundizando más el beso. Sonrío sobre su boca, separándome para buscar aire.

Estoy tan excitada. La sensación es mucho mejor de lo que me lo imaginé, los espasmos en mis piernas eran muy placenteros, podía sentir mis mejillas arder, hervía en deseo por éste hombre.

— ¿Me sueltas?— Dijo sensualmente sobre mis labios.

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, sacudiéndome sobre él.

— ¿Vas a cooperar?— Utilicé el mismo tono que él. Yo soy una niña calenturienta, pero no una boba, él puede querer escapar.

— Sí, lo haré.— Me miró profundamente. Su mirada era tan oscura, que me dejó sin aliento.

Dudé un momento, pero quería mucho sentir sus manos en mi cuerpo. Escruté su cara, viendo si me mentía. Al final decidí soltarlo.

Desaté la soga, pero aún estando sobre él, asegurándome de que no se levantara. No dejé que se distrajera mucho, y volví a atrapar sus labios con los míos, ésta vez con un ritmo acelerado, le estaba trasmitiendo todo mi deseo en ese beso. Él puso sus manos en mis caderas, rozando su pulgar en mi piel. No pude evitar soltar un gemido ante el contacto. Me pegué lo más posible a su cuerpo, sintiendo su pecho contra el mío y su pelvis contra la mía. Sus labios son una dulce adicción, tan hábiles y suaves. Tomé el atrevimiento de invadir con mi lengua su boca, y él no se inmutó, me imitó de hecho, introdujo la suya en mi boca también.

— Quiero ser tuya, quiero que seas el primero.— Dije con desesperación cuando me separé a tomar aire.

Como pudo, se levantó del suelo conmigo sobre él, yo no paraba de regar besos en su cuello. Me tiró a la cama, y se arrodilló entre mis piernas, observándome. Volví a acercarme a él, devoré sus labios, me estaba volviendo loca, eran muy deliciosos. Empecé a quitarle la camisa con desesperación, necesitaba rozar mis manos en su piel.

— Yoongi...— Lo tomé de la barbilla, y le hice mirarme a los ojos.— ¿De verdad tienes deseos de hacer esto?

Él abrió los ojos sorprendido ante la pregunta, hizo una mueca extraña con su boca.

— Sí. — Respondió, evitando mi mirada.

Sabía que mentía, estaba diciendo lo que yo quería escuchar, pero odio que hagan eso, odio que me mientan.

En el hospital, cuándo estuve internada en ese maldito lugar, los enfermeros me temían, no sé porqué, pero lo hacían. Siempre me decían, o hacían lo que yo quería porque tenían miedo de que me diese dichoso otro ataque. Me trataban como a una niña pequeña y me tenían sola la mayoría del tiempo. Un día me harté, los recuerdos son borrosos, pero si me pongo a rememorar, aún siento la rabia que me invadió ese día.

— Me estás mintiendo.— Dije, con un deje de rabia en mi tono.

— No, no...— Me tomó de los hombros.— Si quiero hacer esto.— Atrapó mis labios con los suyos.

Era un beso nerviosos, sentí que temblaba. ¿Le estaba causando miedo a mi amor?

Me separé de él, empujándolo.

— ¡¿Me tienes miedo?!— Pregunté en un grito.

Chasqueó la lengua, y pareció perder lo poco de paciencia que me estaba teniendo.

— ¡Claro que te tengo miedo!— Respondió.— Me has golpeado, me has atado, ¿cómo quieres que esté contigo si ni te conozco?— Se levantó de la cama, y tomó su teléfono. Me alarmé y salté para quitárselo. Pero fue más rápido.— ¡Estas loca!— Dijo mientras huía de mí.

Tomé lo primero que vi, una lámpara de mesa que se encontraba en la mesa de noche al lado de la cama, y se la lancé, tratando de hacer que cayera, pero fallé.

Lo vi marcar algún número rápido, y sentí que la rabia me invadía. Corrí hacia él lo más rápido que pude, y lo tacleé, lanzándolo al piso.

— Déjame loca, déjame.— Trató de zafarse de mí, alejando el teléfono de mi alcance.

Un tono de llamada sonó, y la otra persona atendió al instante.

— ¡AYUDA! ¡HAY UNA LOCA AQUÍ!— Gritó para que el teléfono pudiese captar la voz, ya que lo tenía alejado de su cuerpo.

— ¿Hyung? ¿Qué pasa?— Dijo extrañado Hoseok, si no me equivocaba.

— ¡Ven con la policía! ¡Ayud...— No pudo decir nada más, porque le di un golpe con mi cabeza en la cara, aturdiéndolo y haciendo que se desmayara.

Sentí como su agarre sobre mí se desvanecía. Oh, no, ¿qué hice?

Me levanté de encima de él, tomé su teléfono que tenía a un alarmado Hoseok al otro lado de la línea, y en un ataque de pánico, lo estrellé contra la pared.

— Ah, Yoongi, dime que estás bien...— Las lágrimas empezaron a brotar por mis ojos.

Palpé su pulso, y afortunadamente, allí estaba, respiraba, sólo estaba inconsciente. Lo abracé y dejé que mis lágrimas cayeran por su rostro.

De pronto, recordé la llamada. Probablemente Hoseok está viniendo para acá con la policía. ¿Qué hago ahora? Todo se me ha derrumbado.

Pegué un grito de frustración. Y me quedé observando a Yoongi quién se mantenía con un ritmo de respiración calmado, como si sólo estuviese dormido.

— Yo sólo quería ser tuya...— Limpié las lágrimas que había derramado en su rostro, y lo acaricié, pensando como saldría de allí.

Obsesión carnal. » Min Yoongi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora