Ticket.

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Estoy aquí, no tengo idea de a dónde debo ir, pero... un mapa lo resolverá todo.

Por suerte, mis padres no fueron tan inútiles, y me enseñaron el idioma, así que me podré defender.

Lo primero que debo hacer, es buscar una casa de cambio, para obtener la moneda de acá.

Tenía dinero suficiente para subsistir tranquilamente allí, que útil fue ese viejo asqueroso, también me robé algunos won que mi papá tenía guardados.

Con mi celular, traté de ubicarme un poco, el Google Maps me ayudó mucho, y con toda la información que había obtenido de internet sobre la casa de los chicos, pude llegar a la zona, sin problemas.

Ahora debía buscar un hotel dónde quedarme, mientras asecho a mi amor.

Había uno muy cerca, así que hice la reservación, y me fui a la habitación. Descansaría un momento, y luego, empezaría mi investigación.

Desperté a la mañana siguiente, y me alisté, compré algo de comer, y me fui a la zona dónde se supone, vivía Yoongi, junto a los demás chicos de la banda.

Estuve por un rato rondando frente al edificio, pero no salían, ni él, ni los demás.

Resulta que no puedes entrar al edificio a menos que alguien te esté esperando, y la seguridad es muy estricta, ya que allí viven sólo personas famosas.

Me estaba empezando a frustrar, debía hallar la manera de entrar a ese edificio.

Rodeé el edificio, sin parecer muy sospechosa, quería ver si podría entrar por la puerta trasera, o algún acceso para empleados. Resulta que si había un acceso, pero también tenia seguridad, y debías tener un carnet especifico para entrar, o eso pude notar cuando vi que uno de los del aseo, al parecer, escaneaba su identificación en un panel al lado de la puerta.

Bueno, creo que lo único que debo hacer, es obtener uno de esos, y puede que ya sepa cómo. Ese señor, me puede ser muy útil.

Me fui a mi habitación de hotel, a planear bien mi jugada.

A la mañana siguiente, me levanté muy temprano, hice mi bolso, con un conjunto de ropa, compré una nueva navaja, ya que la mía no la pude pasar por el aeropuerto, y desayuné en una cafetería de enfrente, esperando la hora adecuada para caminar al edificio, e interceptar a algún empleado.

Cuando lo consideré adecuado, caminé hacia el lugar, me topé con el señor que había visto ayer, a una cuadra del edificio.

— Señor.— Le hablé, e hice la reverencia típica.

Él me miró extrañado, puesto que no me conocía.

— Hola.— Dijo.

Era un señor de mediana edad, quizá pisaba los 60. Detuve mi paso, y él, por alguna razón me imitó, quizá esperando lo que tenía para decirle.

— Disculpe la molestia.— Le dije, haciéndome la inocente.— Necesito que me ayude con una dirección.— Saqué el mapa del bolsillo de mi bolso.

Él miró atentamente el pedazo de papel. Que buen señor, ojalá coopere, no me provoca mucho asesinarlo.

— Verá, me dijeron que debo entrar por éste callejón.— Me adentré un poco a un callejón que estaba al lado de nosotros, y él me siguió.— Que debía guiarme por ese edificio.— Me edentré más, con la intención de ocultarnos de cualquiera que pase, aunque las calles estaban súper solas.— Ahora, deme su carnet del edificio, por favor.— Dije amablemente, cuando ya vi que nadie podría vernos allí.

— ¿Qué?— Preguntó él, sin entender lo que dije.

— Que me de el carnet.— Saqué la navaja. Y el retrocedió.

— ¿Qué te pasa niña? No te daré nada.— Dijo, poniendo sus manos al frente, en son de defensa.

— Si no me lo da, pasaran cosas feas aquí.— Sonreí.— Y no queremos eso.— Negué, acercándome a él.

En un movimiento rápido, del que no se percató, lo empuje a la pared, tras un contenedor de basura que allí se encontraba. Tal vez era el miedo que él tenia, pero el señor, era bastante débil.

— Demelo.— Le acerqué el objeto corto punzante.

— No te daré nada loca.— Escupió.

Esa palabra, esa maldita palabra.

— No estoy loca, maldita sea.— Grité.

En un impulso, que él no vino venir, enterré el arma blanca a su cuello, y la sangre empezó a salir a mares.

Me alejé un poco, tratando de no manchar mis zapatos, y viendo de que nadie nos estuviese observando. Él se desplomó en el piso, y convulsionó un poco, antes de desangrarse por completo.

Demonios, manche mi camisa, bueno, por suerte traje la otra ropa.

Busqué unas bolsas de basura entre el bote, para tapar al tipo. Le quité el carnet antes, lo empuje un poco al espacio que quedaba entre la pared y el contenedor, y lo tapé con las bolsas.

Me cambié rápidamente la camisa, guardé mi navaja. Y me hice camino al edificio, con mi boleto de entrada en manos.

Besé el pedazo de plástico.

— Mi boleto a la felicidad.— Sonreí y lo guardé en mi bolsillo.

Obsesión carnal. » Min Yoongi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora