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Mi pulso se aceleró, pero cuando llevé mis manos hacia las que cubrían mi rostro me di cuenta de que eran femeninas.
Giré mi cabeza hacia atrás y vi a una sonriente Raquel que se sentaba a mí lado.
Llevaba un abrigo grande de color negro y una botas de lluvia.

-¿Que haces aquí? - cuestionó mientras jalaba las mangas del abrigo buscando cubrir sus manos dentro.

-Estaba viendo lo del proyecto, solo falta conseguir algunas cosas. Mi padre pasará a recogerme en unos minutos, supongo - dije mirando la hora en el celular.

-Lo había olvidado completamente, no sé qué haría sin ti - me estrechó entre sus brazos de manera asfixiante.

-Pues, hacer las cosas tú sola y ver si te da tiempo - dije bromeando.

Nos quedamos unos segundos en silencio mirando hacia la calle, ya estaba cayendo la noche, eso indicaba que pronto me pasarían a recoger.

-Escuché que los chicos del equipo de fútbol harán una fiesta en casa de Alex, todo el colegio está invitado. Será después del partido del viernes. Podríamos ir con los chicos y divertirnos un poco, así olvidamos todo el drama de Nicolas.

Recordé que aún estábamos al acecho de Hector, y que salir de noche sería arriesgarnos demasiado, si bien él no había vuelto a atacar a ninguna otra persona o a mi, eso no quería decir que ya había terminado, pero tampoco decía que no podía salir con mis amigos un solo día. Hice una nota mental acerca de preguntarle a mis padres por permiso.

-Déjame hablar con mis padres a ver que opinan sobre eso, pueda ser que nos envíen algún oficial a cuidar de nosotros.

- Procura que sea un oficial realmente guapo - dijo guiñando un ojo.

Yo me eché a reír justo en el momento que mi padre frenó el coche haciendo sonar la bocina. Me despedí de Raquel y recogí las cosas.

- ¿No irás todavía a tu casa? - cuestioné.

- No, mis padres están haciendo las compras cerca de aquí, así que me iré con ellos, gracias de todos modos.

-Nos vemos luego - formulé mientras agitaba una mano en su dirección.

Me subí al auto y encendí la calefacción, me quité el abrigo y lo lanzé a la parte trasera junto con el bolso y los libros.
Saludé a mi padre y partimos rumbo a casa.
Recordé la tela que llevaba en el bolso, esta me presionaba desde atrás demandando que le dijera a mi padre. Pero recordé que eso sería como meterme en problemas y evitar que me den el permiso para la fiesta, puesto que me preguntaría sobre cómo la había conseguido y no podía decirle que me escapé con Max hasta el pueblo vecino para indagar sobre un asesino que está detrás de mi. Preferí dejarlo allí y dárselo a Max luego para que él lo entregue bajo su propia responsabilidad.

-Es extraño, todo parece estar tan tranquilo, es como si estuviera aguardando algo muy grande- dijo mi padre sacándome de mis pensamientos.

-¿A qué te refieres con eso? - fruncí las cejas.

- A que no ha sucedido nada, no han habido robos, no han habido asesinatos, ni nada que pueda poner en peligro a los pobladores, y no es que quiera que eso suceda, Dios sabe que no, pero en los años que tengo trabajando en esto he aprendido que eso solo indica problemas - mencionó angustiado.

Yo miré hacia el frente, ya estábamos pasando el puente cerca de casa, mi estómago rugía con hambre, no había almorzado por ir a la biblioteca.
Repasé las palabras de papá, tenía mucha razón. Sólo esperaba que fuese una falsa alarma.

Cuando ambos cruzamos la puerta de la casa una sensación de felicidad cruzó mi rostro, la cocina desprendía un olor a spaghettis caseros deliciosos, ¡y de mis favoritos!

Obsesión Carmesí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora