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Estaba de pié frente al espejo que se encontraba en una esquina de mi habitación. Con un poco de nostalgia inspeccioné mi rostro frente a su reflejo, hacía mucho tiempo que no veía ese brillo ufano en mi rostro. Tampoco me sentía feliz, me sentía desdichada y culpable.
Todo dependía de hoy, mi futuro, el de mis amigos, el de Max, el de mis padres e incluso el de las personas de la ciudad.
Hoy se decidía entre vivir bajo el acecho y las sombras de un asesino o vivir en libertad, haciendo de la justicia como se debe.

Deslicé mis manos sobre la tela del vestido negro que estaba usando, coloqué un abrigo grueso sobre este y salí de mi habitación.
Con pesadumbre bajé las escaleras hasta llegar a la sala donde mis padres estaban esperando por mí.

-¿Lista, Meredith?- pregunta mi padre mostrando una leve sonrisa.

Mostrando un poco de nerviosismo metí las manos dentro de los bolsillos del abrigo y le contesté.

-Tan lista como se está cuando se debe declarar en contra de un asesino serial.

Mi padre tomó eso como la iniciativa para salir de casa y partir rumbo a los tribunales de justicia.

Durante el camino mi madre iba repasando los puntos que debía tocar, que las palabras estuvieran claras al momento de testificar.

Más rápido de lo que esperaba el auto se estacionó frente al edificio, mi padre llevaba puesto su uniforme de policía junto con su respectiva placa.

-Recuerda estar tranquila, hay muchos oficiales cuidando que nada vaya a salir mal y de que Hector no se acerque a nadie - murmuró mi madre mientras sujetaba mi mano.

Con impulso mi padre abrió la puerta dejándonos pasar primero. Nunca había estado dentro de un lugar como este pese a que mi padre ha estado muchas veces en este lugar.

Había al rededor de unas treinta personas dentro de la sala. La mayoría eran policías y unos cuantos abogados.

Una mujer alta de cabello negro se acercó a nosotros. Llevaba un portafolio en sus manos y una placa que destacaba el nombre "Marline" el letras doradas resaltaba en su camisa.

-Jefe Loría, que bueno que ya está aquí, me han enviado para guairles a la sala de juicio. Estamos a media hora de empezar, pronto ingresará el detenido y el juez quiere que para ese momento todos estén dentro de la sala.

Mi padre asintió con su cabeza en señal hacia ella. La mujer, Marline, se retiró de la sala para reunirse con otras personas ubicadas detrás de nosotros.

-Es mejor llegar antes de que lleguen los policías con Hector, es mejor no tentar a la suerte y que cometa alguna tontería si ve algún conocido aquí.

Caminamos por unas escaleras tan grandes y largas como la muralla china, al menos así se sentían para mi.

Varias puertas se dejaban ver, todas tenían un letrero indicando el número de sala y su función.

Logré ver a varias personas fuera de la sala número 41, estaban escoltada por varios guardas de seguridad.

Un rostro conocido se giró hacia donde me encontraba, sonriendo.
Corrí en su dirección y le abracé tan fuerte como pude, sabía lo feliz que se encontraba hoy.

-Lamento no ir a visitarte, pero me tuve que devolver a la casa de mis abuelos a buscar algunas cosas que hacían falta para completar las pruebas. De una extraña menta perdí mi celular, pero hablé con tu padre hace unos días y me dijo que te encontrabas bien - dijo Max con voz dulce.

-Entiendo tu situación. Me costó recuperarme por un par de días, pero estoy bien ahora-decidí preguntarle por las pruebas que fue a conseguir-¿Max, que pruebas querían los agentes?

Obsesión Carmesí ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora