14.1

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No quería (no podía) soltarla.

-Sophia –dije tratando de apaciguarla- está todo bien, no te alarmes, soy yo - terminé de aclarar con la voz suave.

Pero ella seguía retorciéndose y resistiéndose a mi cercanía.Con delicadeza la di media vuelta y logré que sus ojos chocasen con los míos, y finalmente pude lograr que se tranquilizara. Ella se quedó ahí, recostada enfrente mío, como si estuviese entorpecida sin saber que hacer o decir. Con cuidado pasé la yema de mis dedos sobre su rostro, recorriendo el contorno de sus cachetes hasta la punta de su labio inferior. Oh, parecía más que un ángel! Su belleza era deslumbrante, aun así con su peinado medio alborotado y su mirada algo entristecida, seguía siendo la misma mujer atractiva que había cortejeado mi corazón un año atrás en Londres.

Dejar(te) ir.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora