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A diferencia de otros días, aquél domingo por la mañana no había música dentro de la habitación de Hani, en efecto, esta ni siquiera tenía mentes para pensar en alguna melodía. Habiendo movido su silla hasta la ventana abierta de su habitación, sentía las briznas del viento contra su rostro y observaba el camino que conduce a la entrada de su casa, esperando y esperando. Resopló, hastiada, y cambió su posición en la silla, apoyándose en el espaldar.

No comprendía sus ansias porque Taehyung regresara de su viaje, fueron solamente dos días, quizás incluso menos, ¿por qué sentía una tenue reacción dentro de sí? ¡Es sólo Taehyung!

Por sobre su hombro le echó un vistazo rápido a su celular, que le avisaba con una luz parpadeante que había recibido un mensaje desde la superficie de su escritorio. «Ha de ser Junhee...» pensó. El muchacho había estado enviándole mensajes de texto cada cuanto y se interesaba por mantener una conversación fluida, sin embargo —una vez más—, Haneul no tenía mentes para ello.

— ¡Haneul! — escuchó a la distancia. Aquello le llamó la atención, pero para su mala suerte, no pudo mirar en la dirección del sonido pues cierto muchacho alado había atravesado la ventana a máxima velocidad e impactado con ella.

— ¡Taehyung, maldita sabandija!

— ¡No maldigas!

Decir que la habitación era un desastre era ser generosos. La silla cayó y la hallaron un par de metros más allá de ellos debido al impacto, al igual que muchos de los libros y objetos que descansaban sobre el escritorio terminaron en el suelo, ni hablar del desorden de extremidades que eran los dos jóvenes, ¡Taehyung ni siquiera había ocultado sus alas!

— ¡Cuánto tiempo, Hani! — lloriqueó simultáneamente intentaba arrastrarse más cerca de su amiga y rodeaba su cuello con sus brazos en un abrazo que sólo podía describirse como desordenado. — ¿Me extrañaste mucho?

— No, ¡mira todo el desorden que hiciste!

— ¡Haneul!

La pelinaranja alzó su mirada hasta el rostro del muchacho, él puchereaba e imitaba la expresión de un triste cachorro, a esa distancia podía distinguir el aroma del té verde impregnada en sus ropas. «Huele... bien.» lo miró a los ojos. — Sí te extrañé. — quiso mentirse a sí misma, aunque una parte de ella sabía perfectamente que no lo hacía.

Aquella tarde Taehyung jugó a que paseaba a Inu por toda la casa con su nueva correa mientras Haneul imprimía y guardaba las fotografías que el castaño había tomado para ella.

— Pensé en lo que habías dicho, que querías conocer otros lugares y pensé en mostrarte Edén... o algo así. — había explicado él cuando ella observaba las fotografías con ojos enormes y bonito sentimiento en el pecho. — No son las mejores pero...

— No, — lo interrumpió. — me encantan, Tae. Muchas gracias, en serio.

El recuerdo de la sonrisa rectangular de Taehyung al escuchar sus palabras permaneció aun cuando había guardado las fotografías en el cajón de su cómoda. Temía que algo que no debía suceder estuviese ocurriendo dentro de ella e imploraba porque solamente fuese dentro de ella.

de un flechazo al corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora