XIX

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Dos corazones, una flecha.


Durante tres semanas no hubo un día que pasara sin que Jung Haneul observara el camino hacia la entrada de su hogar desde su ventana o que se tomara segundos demás al subir las escaleras con la esperanza de ver u oír algo que le indicara que había regresado. Cada día se repetía que no debía hacerse eso, él no podía regresar a ella, debía entenderlo de una vez por todas. «Necesitas dejarlo ir.» se repetía; pero un corazón enamorado no escucha, incluso si sus heridas son profundas. Su día a día era como flotar en el océano, las olas de la realidad quieren sumergirla, ahogarla sin dejarle escapatoria, sin embargo es la esperanza y el anhelo lo que la mantiene a flote.

Una madrugada, faltando poco tiempo para el amanecer, Haneul no lograba conciliar el sueño. Despertó debido al calor sofocante que le proporcionaba su sábana, generado a la falta de corrientes de aire. Abrió sus ojos con parsimonia, yaciendo sobre su espalda y cubierta bajo las sabanas hasta el puente de su nariz. Los faroles de la calle difícilmente iluminaban su habitación, reflejando siluetas en los muros. Soltando un gruñido hastiado se deshizo de las sábanas y arrojó sus piernas por el borde de la cama, decidida a abrir su ventana y escuchar música durante un par de horas; pues no veía miras de seguir descansando.

— ¡Hani! — La aludida frunció el ceño, girándose para echar un vistazo afuera y hallando a su querido cupido volando hacia su ventana, haciéndolos caer a ambos al entrar por esta.

— ¡Maldición, Tae!

— ¡Qué no maldigas!

Los ojos de la chica estaban abiertos de par en par, mirando directamente el rostro de quien creyó jamás volver a ver. Su corazón martilló con tal vehemencia contra sus costillas que quizás Taehyung pudo escucharlo. ¡No podía creer que él estaba realmente frente a ella! Sin perder un segundo más, disminuyó la distancia entre sus cuerpos y lo abrazó como si tuviese miedo de perderlo, de la misma forma que él lo hizo con ella. Era inefable el sentimiento de descansar entre sus brazos, escuchar el arrullo de su corazón como si fuese el propio, tenerlo tan cerca y sin miras de alejarse jamás. Permanecieron en el suelo hasta el amanecer, sosteniendo al otro tan cerca de sí mismos como fuese posible, confesando cuánto se echaron de menos y charlando de todo y nada al mismo tiempo.

A medida que el sol salía de su escondite, los rayos dorados entraban por la ventana y reposaban a gusto sobre el rostro de Taehyung, iluminando cada rasgo suyo y haciéndolo ver como la obra de arte más hermosa a los ojos de Haneul. Sin poderlo evitar, ella llevó su mano hasta el rostro del muchacho, acariciando su mejilla delicadamente con una sonrisa cincelada en el rostro.

— ¿Cómo no puedes darte cuenta de que estoy enamorada de ti, Kim Taehyung?

La pregunta de su amiga lo tomó por sorpresa. La sinceridad y el cariño presentes en sus palabras eran casi palpables, sin mencionar el brillo en los ojos ajenos que le cortó la respiración. Creyó que su corazón dio diez vuelcos dentro de su pecho ¿estaba enamorada de él? ¡Debía ser un sueño! Rio y rio con alegría pura antes de atraerla y llenar su mejilla de besos. Aunque el castaño se sintió sonrojar hasta la punta de las orejas cuando la chica le confesó la cantidad de semanas que llevaba intentando hacérselo saber pues él pensaba que estaba malinterpretando la situación y se convencía de que ella nunca gustaría de él.

Debido a la cercanía, escuchaba con claridad los murmullos y suaves risitas que jugueteaban al borde de sus labios con una sonrisa. Pensar en que Hani ni siquiera se le ocurrió decir que gusta de él hace que su corazón se acelere, ella dijo que estaba enamorada... ¡ella lo ama! ¡Pero qué feliz estaba!

de un flechazo al corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora