Es una noche muy fría. Mi aliento puede verse como vapor, llovió hace poco y las calles están llenas de charcos. Las ratas a estas horas pululan por las calles, sin gente, sin quien las moleste, son amas del mundo. Camino y camino, recuerdos pasan por mi mente y de nuevo tengo ocho años, hay lodo por doquier y estoy sucio, un niño me tira al suelo y quedo todo manchado. Patea el lodo y cae en mi cara. Mientras el lodo escurre por mi rostro, la rabia me consume, arde en mí y me lanzo hacia él. Logro tirarlo al piso y golpearlo una y otra vez hasta que deja de llorar. Me voy del lugar y unos días después en los periódicos sale que un niño fue asesinado por guerrillas de bandas locales, los vecinos se organizaron para acabar con las pandillas, hacen marchas y apalean a todo grupo de chicos con pinta punk. Docenas de muertos por un mal entendido.
Sigo caminando, no me detengo, no miro hacia atrás. Vuelvo a tener quince años. Estoy soñando, sueño con el paraíso, corro por los prados y a lo lejos logro divisar a Dios. Logro vislumbrar a un hombre de piel morena, cabello largo y barba muy prominente. Se voltea hacia a otro lado pero, ya estoy frente a él y vuelve a voltear. De cerca se ve como un hombre negro. De bastante estatura y músculos marcados. Me mira y me entrega un arma, la miro un rato y de la nada escucho un disparo. Miro a mi estómago y la sangre no deja de salir. Despierto del suelo.
El camino no para de hacerse más y más largo, estoy acabado y necesito un descanso ya. Pero no puedo, así que sigo corriendo lo más rápido posible y vuelvo a tener veintitrés años. Estoy con mi amigo. Rubén era su nombre, robamos unos cuantos estéreos y celulares. Todo tranquilo hasta que unos policías nos señalan y comienzan a perseguir. Nosotros corrimos lo que más pudimos así que no nos fijamos a donde íbamos o qué pisábamos. Sólo corrimos. Él intento cruzar una calle donde el semáforo estaba en verde, un coche logra impactarlo y sale volando cual proyectil, después, su cabeza impacta contra la ventana de otro vehículo. El policía logra alcanzarme, quería devolver una identificación mía que dejé caer por accidente. Vuelvo al presente. Sigo corriendo y ya no puedo más, mi estómago no deja de sangrar, la bala hizo una gran herida y no puedo correr más, esperaré aquí, sentado, sí, sentado.
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Cuentos de un adolescente.
РазноеLos cuentos son como el sexo casual; se experimenta, se aprende, no se comprometen a algo largo, simplemente se disfruta y se vive el momento, así que, ¿por qué no lees estos bellos cuentos? Chance y no te arrepientes.