Mi madre decía que por acá todo estaría mejor, todo más tranquilo, todo más limpio, pero no. Desde que llegué aquí tengo la boca seca y no hay nada pa' tomar, la gente es bien hostil, aparentemente todo está limpio, pero si le buscas bien, todo está pudriéndose de a poco y no se dejan de escuchar balazos. Hace un calor de la fregada y ni hablar de las posadas de por aquí; están bien caras y me tratan peor que a un perro, le digo, señora, yo sólo quiero pasar la noche aquí, tengo algo de dinero, pero ella me dice, no, cómo crees, regrésate a tu casa, pero no importa, las cosas estarán mejor más pa' allá. Mi mamá me dijo que mi apá también se vino para acá, que a disque buscar una buena vida, puede que sí la haya encontrado pues ya jamás se regresó. Mi madre me dijo que por aquí andaba un cacique, un señor que cuidaba que las personas como yo no se pasaran de lanza, me dijo que tuviera cuidado con él, que porque me va a ir mal si me lo topo. Yo me vine porque allá la mera verdad no tenía nada más qué hacer. Lo único que me ataba a ese lugar eras tú, Ana.
La noche está helada, el frío me cala en los huesos, miro el cielo azul oscuro de la noche, alcanzo a ver las estrellas, todas bonitas que llenan al cielo entero. Me pregunto cuántas serán, hasta donde llegarán. Me pregunto si tú también las estás viendo. Me acuerdo que tú fuiste la que me las presentó, sí, tú. Porque tú dijiste que te acompañara, me llevaste al árbol viejo, ese donde te regalé una rosa por primera vez. Tú te sentaste en el suelo y me jalaste de la mano para que me sentara contigo, miraste para arriba y dijiste que las estrellas te recordaban a tu niñez. Cuando corrías al lado de tu abuelo en las noches como esta. Cuando corrías hasta terminar agotada y caer dormida en tu cama. Esa noche dijiste eso Ana, después me miraste y me diste un beso, sí, un beso.
Las noches son duras aquí, pero no tanto como los días. ¡Uy, los días! El calor entre más avanzo, más pesado se pone, está tan fuerte que hasta el agua se evapora y restos de personas que quedan se vuelven ceniza. Puedo oler la pólvora y la sangre desperdigada por doquier. Los balazos no paran, se escucha, pum, pum. Uno tras otro en friega, aunque yo nunca he visto de donde vienen a pesar de que se escuchen tan cercanos, como si estuvieran dentro de una caverna, los ecos, se escucha el pum, pum, uno tras otro.
A veces te extraño demás. Extraño aquellas tierras lejanas, tanto que ya casi se me olvida todo de allí menos tú, porque tú eras la razón por la que yo me quedé, porque te quise, porque te quiero. No recuerdo mi casa, cuando lo intento pienso en ti, cuando nos cubríamos del sol en la sombra del viejo árbol. Como de una foto vieja, te veo a ti, cuando me mirabas mientras usaba tus piernas de almohada, cuando me sentía protegido en ti, porque no estaba perdido, porque estaba en mi casa.
No sé cuánto me falta para llegar, cuánto me falte para alcanzarte o si podré hacerlo. Estás tan lejos de mí que me cuesta creer que pudiste llegar a quererme como yo te quise. Vine a este lugar por ti, Ana. Porque pensé que acá las cosas serían mejores, porque pensé que te volvería a ver, porque ya no me hallaba en aquel pueblo ignorado por Dios, porque mi vida sin ti ya no era vida, Ana.
Me da miedo seguir mi viaje, cada vez es más violento y más salvaje. Cada vez veo menos luz, todo es gris. Todo parece un laberinto pues por más que avanzo todo se ve igual. Quiero comprar provisiones para el viaje, pero sólo hay pistolas y cosas robadas. En el camino me he encontrado con otros viajeros perdidos como yo. Unos sólo vienen a comprar y otros ya no saben ni qué hacer. Eso si no los matan antes. Qué díficil es ubicarse en este lugar sin nombre, todos los caminos te traen para acá pero nadie sabe ni dónde está o cómo salir, es un lugar muy vistoso, eso sí, aunque cuando más te fijas menos ves.
Los vientos son fuertes y el frío quema más que el fuego. Apenas siento la cara y con trabajos puedo mover las piernas y los brazos. Ya cada vez veo menos, casi nada. La comida ya se me acabó y poco a poco he ido perdiendo mis ropas. No puedo ni llorar y apenas logro poner un pie frente a otro, lo único que me quedan son las ganas de verte, estas no me las quita nada.
Tengo mucho miedo, miedo de ya no verte más, de que tus ojos y los míos ya no se encuentren, pues no es mi cuerpo el que te espera, es mi alma la que se desnuda al ver la tuya, porque te quiero, porque te adoro, porque te amo. Te necesito, te necesito para seguir con este horrible viaje, tengo miedo de no poder alcanzarte, porque somos bien distintos, porque tú eres tan buena y yo no lo soy tanto, porque las personas como tú y yo no terminamos en los mismos lugares, porque a donde tú vas yo no puedo ir. Pero lo intento, aunque no sienta las piernas, aunque este viento me desgarre la piel y me deje en los huesos. Porque aún me queda la esperanza, porque aún creo que puedo verte, por eso sigo y voy a seguir, hasta que ya no me quede nada, hasta que ya no sea nada.
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Cuentos de un adolescente.
AcakLos cuentos son como el sexo casual; se experimenta, se aprende, no se comprometen a algo largo, simplemente se disfruta y se vive el momento, así que, ¿por qué no lees estos bellos cuentos? Chance y no te arrepientes.