Juan despertó con una increíble noticia, se puso como loco a gritar en su cuarto, tanto que Martita, su esposa, chilló — ¡Estás loco o qué, pendejo! — desde la sala y en seguida llegó mi primo Juan con una enorme sonrisa y un papel entre sus dedos.
—¡Yo me lo gané! ¡Ya es mío! —Dijo Juan.
—¿Qué cosa?¿De qué hablas? —Dijo Martita.
—¿Pues de qué más, mujer? Pues yo me gané el avión, el del presidente.
—¿No era un chiste? —Dije, algo desconcertado y esbozando una ligera sonrisa.
—Pues búscale ahí en el internet, para que veas que no.
Me apresuré a buscarlo y en efecto, el boleto ganador era el que Juan tenía. No me lo podía creer, pues, ¿quién chingados rifa un avión? ¿de qué nos iba a servir un avión si en la casa apenas cabe un pato y chance un ciempiés?
—¿Y dónde lo vas a poner?—Dije.
—¿Qué?
—¿Que en dónde lo vas a poner?
—¿Qué que vamos a comer? Pues ¿qué más? ¡Hay que hacer un mole y un pozole para festejar!
Juan nos pidió a Martita, Paco su hijo y a mí que nos pusiéramos nuestras mejores garras porque al día siguiente iríamos a Palacio Nacional a recoger la nave y así fue.
Dentro del Palacio había muchísima gente "nais", personas que uno nomás ve en las noticias, ciertamente se ven más altos en la tele, todas esas personas llegando en coches caros nos miraban con desdén por entrar a pie, supongo, el coche ese día no circulaba así que, nos tuvimos que ir en metro. Adentro no nos recibieron mejor, pues el chango que cuidaba la puerta nos bolseó cual malandrín de la colonia y en específico a mí no me quitaba la mirada de encima. El presidente llegó firmando autógrafos y besando bebés, entró a una sala enorme en la que estábamos nosotros esperando. Saludó a todos, mi primo Juan estaba emocionadísimo.—Hola, mucho gusto, señor presidente, mi nombre es Juan, Juan Pérez para servirle. Yo lo escucho diario en las mañanas, no sabe cuánto me divierto con su "poscast".—Dijo mi primo.
—Nambre, si el gusto es mío. ¿Ya comió, uste'y su familia, señor Pérez?
—No, señor presidente. Lo que pasa es que vivimos lejos, sin albur, y nos hacemos como dos horas y cacho en llegar has...
—Fíjese que yo también me tardo reharto en llegar hasta acá, el tráfico está repesado en la ciuda', ¿verda'? Pero es mejor a andar en avión como esos fachos mugrosos, yo por eso hice me deshice de este, para que otro pobre diablo tenga que lid... digo, digo. Espero y uste'no se vuelva como esos fachos, panistas, ateos que andan por ahí, sentados, ¿los ve? Porque ellos son los malos, los que han controlado el poder desde las épocas de Be...
Dejé de prestar atención, me sentía mareado. Nos dijeron que en lo que se entregaban las llaves y se preparaban las cámaras y demás, nos sentáramos Martita, Paco y yo, sólo necesitaban a Juan. A nuestro al rededor estaban sentadas muchas personas con cara de estatua, bien vestidos y se oían sus cuchicheos.
<<Uyyy, mira nada más quién se lo fue a ganar. Ni para tragar ha de tener y ya quiere un avión. Qué suerte tienen los jodidos. Qué buen regalo para que el pue-blo-bue-no no la haga de a pedo. Nada tonto el presidente, nada tonto. ¿Con esas garras se para aquí? Dios mío, quisiera ser pobre para no tener tantos problemas.>>
Ignoré lo demás, no tenía caso seguir escuchando. Todo pasó, fanfarrias y confeti, entró el buen mozo del presidente con unas llaves en la mano.
—Don Pérez, yo con mi poder divino, le hago entrega de esta llave y lo nombro Lord Pérez de nave. Tenga, vaya por su premio.
Nos llevaron en una limusina finísima hasta un hangar en el que se encontraba, ahí todo ya estaba listo para despegar, el chófer nos preguntó que a dónde queríamos ir, así que comenzamos a sugerir varias opciones.
—Ay, Juan. Pues vamos con mi mamá para enseñarle al bebé.—Dijo Martita.
—Pero si a mí ya me conoce, jefa.—Contestó Paco.
—Tú no baboso, el avión.
—No, no, no, no. Yo a esa señora no la trago.— Dijo Juan.
—¿Cómo dices?
—No va a caber en el patio, mi amor, el avión.
—Pues vamos a la tienda.—Sugirió Paco.
—¿Al gabacho?—Pregunté yo.
—No, güei, con don Bizqueto, el de la esquina para que se dé un quemón.
—No digas barbaridades, Paco, ¿qué no ves que se va a atorar con los cables de luz? El gabacho parece buena idea.—Aseveró Martita.
—¡Marta, por Dios! ¡¿Qué no sabes en cuanto está el dolar?!—Dijo Juan, angustiado.
—Ay, viejo. Pero si ahí tenemos unos ahorritos.
—No, ya dije que no.
Entonces todos comenzaron a hablar al mismo tiempo y no se entendía nada, unos querían ir a Francia y otros que a París. Nada tenía ya sentido pues, ni pasaporte teníamos. Todo paró en seco cuando Juan se soltó.
—¡Ya basta! Es mi avión y yo decido. Nos vamos a Acapulco.
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Cuentos de un adolescente.
De TodoLos cuentos son como el sexo casual; se experimenta, se aprende, no se comprometen a algo largo, simplemente se disfruta y se vive el momento, así que, ¿por qué no lees estos bellos cuentos? Chance y no te arrepientes.