capítulo 18: perdonar y empezar

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El cielo estaba obscuro, lleno de estrellas, tan brillantes como luces de Navidad, era de esas noches donde podías ver dos lunas al horizonte y no saber si era el final del mar o el inicio del cielo.

Ese tipo de noches, con frescas brisas despejan la mente del joven capitán, pero siempre lo llevaban a recordar esa fatídica noche. Donde lo hobligaran a dejar su amada tierra de hielo y blancos paisajes, para salvar su vida y la de su tripulación.

Viendo la oscuridad del cielo podía recordar el dolor y el caos de esa noche, sin problemas podía escuchar los gritos y sentir el dolor en su piel, el terror que sintió esa noche, en estos momentos cubrian su cuerpo.

La negra noche...

Le hacía escuchar los gritos de su madre y ver a su padre perderse en la cortina de humo.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el pequeño Omega, que le sacudía el saco.

- dice Beka que debes ir a cenar.

Víktor miro al rubio, se veía más alto o tal vez su perspectiva cambio, tal vez olvidó como era Yurio o en realidad nunca lo noto.

- gracias, dónde está Yuuri?

- está cuidando a los enfermos, el niño trago mucha agua salada y su acompañante está bastante bien, solo se ve cansado.

- después de cenar iré a verlos, qué opinas?

- yo no sé de esas cosas, pero Yuuri dice que el niño debe salir hoy de la fiebre o no lo lograra.

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Ya pasaban más de media noche cuando Víktor se presentó en el camarote que servía de enfermería, solo para encontrarse una escena encantadora.

Una de las literas estaba ocupada por un niño, arriba estaba el hombre que lo acompañaba.

Al lado del niño estaba Yuuri, dormido, debería estar cansado y esque aunque nunca lo dijera el cargaba con muchas cosas, alimentar a la tripulación, cuidar a los enfermos, mantener a la nave en orden, cuidar del mismo Víktor, educar a Yurio, esa última ya era una tarea titánica tomando en cuánta la personalidad del adolescente.

Sin pensarlo mucho se sentó a lado de Yuuri y lo vió dormir, tenía las gafas torcidas y el cabellos revuelto, es más tenía un hilo de baba, eso en verdad lo hizo sonreír.

Verlo así le recordaba esa parte natural y espontánea de su pareja y no la perfecta muñeca que intentaba aparentar, era como ver su madre vestida en esos enormes vestidos que usaba cuando salía de casa y la sencilla forma de vestir cuando estaban con el.

Al ver a Yuuri dormido sin pensarlo mucho se quitó su abrigo cubriendo a su esposo,después se sentó a su lado viéndolo dormir.

- donde vi esto antes?

El viejo Yakov estaba de pie en el marco de la puerta sostenía una charola.

- Ya recordé, cuando tenías como ocho años y decidiste jugar en el jardín con Otabek

- insisto! Solo diré en mi defensa que era un niño divirtiéndose

- a Otabek le costó una paliza por parte de tu padre, su deber era cuidarte y te trajo con una fuerte fiebre.

- aún así me llevo de regreso a la casa

- siempre fueron un par de inconscientes, en esa ocasión tu madre no se separó de tu cama. Estaba muy asustada

- ella siempre fue un ángel - el platinado se llevó la mano a la frente - la extraño tanto.

- sólo tienes lo que provocaste.

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