~Frank~
Abril.
Las calles estaban marcadas por el rastro que había dejado el paso de la lluvia. Salí como una exhalación en busca de algún supermercado abierto. Gerard aún continuaba echado en el sofá cuando volví.
- ¿Qué haces? - Le pregunté, extrañado.
Él no contestó.
- Gee, te dije que preparases la cena.
Me acerqué, dejando las bolsas sobre el suelo y le aparté el brazo de los ojos.
- ¿Me oyes?
Él me miró unos segundos y comenzó a reírse inocentemente, como un crío. Alcé una ceja ante su comportamiento y me senté a su lado.
- ¡Vamos a ser los reyes del mundo! -- Exclamó con el entusiasmo propio de un niño.
Solté una leve risa y le aparté el pelo de la frente. Se incorporó rápidamente y acercó sus labios a los míos.
- Tú también serás rey.
- Pero qué te pasa hoy... -- Ladeé un poco la cabeza.
Se aproximó más a mí y rozó nuestros labios.
- ¿Quieres saber cómo...?
~Gerard~
Nadie aparte de Frank venía a visitarme. Tampoco se lo pedía, no había ninguna otra persona en el mundo a la que me apetecía ver.
- He vuelto. -- Dejé de acariciar los pétalos al sentir la puerta. Frank se acercó con su guitarra en la espalda y tomó asiento en una silla al lado de la cama. -- ¿Recuerdas nuestro primer beso? -- Me preguntó con suavidad mientras sacaba el instrumento de la funda y se disponía a afinarlo.
Asentí levemente tras unos segundos.
- Me gustaría escuchar la historia. -- Sus labios se curvaron dulcemente en una sonrisa, lo que me causó un pequeño dolor en el pecho.
Comenzó a tocar "Summertime", lo que me hizo sonreír a mí también.
- ¿Nuestro primer beso sobre el escenario...?
Soltó una suave carcajada.
- Vamos, Gee. Sabes a que me refiero.
Bajé la vista, aún sonriendo.
- Fue en la pista de patinaje. Tú te caíste sobre el hielo y empezaste a reír. Tu risa me parecía... -- le miré de reojo. -- ... me parece el sonido más bonito del mundo. -- Llevé de nuevo la vista a mis manos. -- Podría vivir tan solo con ese sonido a mi alrededor. -- Murmuré y volví a humedecer mis labios. -- Yo me agaché para ayudarte y tiraste de mí, haciendo que cayese sobre el hielo también... Continuamos riendo durante largo rato y tú te callaste de pronto. Colocaste el guante helado sobre mi mejilla y me besaste con mucha suavidad, esperando que yo siguiese aquel juego de labios. Y así lo hice, bueno. -- Suspiré.
Frank aún seguía tocando aquella melodía cuando terminé de contar la historia.
- Te ha cambiado la cara, ¿lo sabías?
Le miré extrañado.
- Pareces más... feliz.