~Gerard~
Consiguió hacerlo. Consiguió llevarme a los pies de aquel sauce. La copa del árbol caía sobre nosotros como una cascada de hojas, que se movían ligeramente por el viento, emitiendo un sonido limpio, puro. Casi palpable.
Apenas me quedaban días ahí, en ese lugar. Encerrado meses como un castigo sin ser un castigo, Frank era mi vía de escape sin ser una vía. Todo era y no era, a su vez. He visto muchas cosas a lo largo de mi vida. Eran. Pero sin ser.
Es el problema de la cocaína.
Pasaron los segundos, minutos y horas. Por un momento, sentado en aquella cama a punto de desaparecer de esa habitación, se me ocurrió la absurda idea de que él no vendría a buscarme.
Entonces llamaron a la puerta.
Mikey apareció por ella con una bolsa negra, repleta de mis pertenencias. Me giré hacia él y le dediqué una mirada extrañada.
- ¿Y Frank? -- Acerté a preguntar.
Mi hermano soló alzó una ceja y respondió lo más tranquilo que le fue posible mientras me llevaba lejos de aquel cuarto, hacia la libertad:
- Gerard... Frank...
Se calló de golpe y continuó caminando sin decir nada.
- Mikey, habla.
Permaneció en silencio hasta que llegamos al exterior, quizás buscando las palabras adecuadas.
- Gee... -- Le vi coger aire a la vez que esperaba, muy quieto, que abriesen las puertas--. Frank murió hace meses...
Se me cortó la respiración por un segundo y miré hacia atrás, hacia el lugar donde había estado encerrado.
- N-no puede ser, es imposible... --Murmuré varias veces.
Era imposible.
Le habia visto.
Le había tocado...
Las cosas, una vez más, eran sin ser.
Me dejé llevar como un muñeco inerte hacia el coche, pasando por la gran puerta de la entrada donde adornaba un cartel en su parte superior:
Centro psiquiátrico Bella Muerte.