~Frank~
Mayo.
Aquella fue la primera vez que me dejé llevar. Sabía que no era bueno, que aquello estaba mal.
Aún así, lo hice.
~Gerard~
Otra vez las angustiosas pesadillas se abrían paso en mi mente. Una y otra vez, la sangre brotaba de la nariz de Frank, inundando el apartamento, ahogándome en mi propio destino.
Abrí los ojos bruscamente y le descubrí sano y salvo, sentado en un sofá al lado de mi cama.
- Hoy has dormido más que de costumbre. -- Me sonrió dulcemente y se acercó para acariciar mi cabello.
- Frank...
Frunció levemente el ceño y su mirada se volvió interrogante.
- F-Franky... --Susurré con un hilo de voz y extendí los brazos hacia él, incorporándome.
Le abracé fuerte.
Hacía mucho tiempo que no le abrazaba.
Hundí el rostro en el hueco de su cuello, rozando mi nariz por la suavidad de su piel mientras notaba sus caricias en mi espalda.
- Gerard, cielo...
- Lo siento. -- Murmuré muy bajito.
Permaneció unos segundos en silencio y negó levemente con la cabeza, dejando un beso muy suave en mis labios.
- No es tu culpa, ¿vale? -- Cogió mi cara entre sus manos y recorrió mis mejillas con sus dedos. -- Nada es tu culpa.
Alcé la vista hasta su mirada. Sus ojos eran hermosos. Realmente hermosos.
- Yo te convencí. -- Musité, con los ojos llorosos.
- Fui yo el que aceptó. -- Me apretó contra su pecho y me balanceó lentamente, tranquilizándome.
~Frank~
Apenas fueron tres segundos en consumirla...
Tres.
Un...
Dos...
Tres.