~Gerard~
- ¡Bú! -- Frank apareció detrás de mí con un gran ramo de flores.
Sonreí lo más amplio que me fue posible y humedecí mis labios.
- ¿Qué hacías?
- Mirar aquel sauce, en aquella colina. ¿Lo ves? -- Señalé, pegando el dedo al cristal de la ventana.
Asintió lentamente mientras acariciaba mi espalda sobre aquella dichosa bata.
- ¿Te gustaría ir?
- ¡SÍ! Por favor, por favor. -- Uní mis manos, a forma de súplica.
Por toda respuesta, su sonrisa se hizo más grande.
- Creo que has progresado mucho. Seguro que me dejarán llevarte.
Observé su brillante rostro en silencio mientras él escrutaba aquel único árbol de la colina que se abría paso tras mi ventana.
- Frank.
Giro la cabeza hacia mí, aún con la sonrisa dibujada en su cara.
- ¿Hm? -- Alzó las cejas, apartando unos mechones de pelo de mi rostro.
Acerqué mi boca a la suya y le besé despacio, muy despacio. Anhelaba saborear cada parte de sus labios, deseaba volver a aquellos días de besos interminables y escapadas de reuniones familiares.
Se volvió del todo hacia mí, siguiendo mi beso de igual manera y dejó que acariciase sus mejillas mientras mi lengua se enlazaba con la suya, reencontrándose de nuevo.
~Frank~
Julio.
Recuerdo los movimientos rápidos de Gerard recorriendo el apartamento, frotando su nariz una y otra vez con la mandíbula tensa.
Recuerdo como mi mirada le seguía, apenas atenta a otra cosa.
La sensación de quemazón en mis fosas nasales se hacía cada vez más intensa.
- Más, más, más... -- Le oía murmurar mientras incontrolables muecas se formaban en su rostro.
Abrí la boca en un intento de decir algo, pero de ella tan solo brotó una leve risa.
Los ojos de Gerard repararon en mí durante unos segundos, con sorpresa, como si acabara de darse cuenta de mi presencia.
Reí un poco más alto.
Tan solo un poco más alto.
Silencio.
Un golpe seco.
Silencio.
Lo último que llego a recordar es una mancha oscura y dolorosa decorando gran parte de mi rostro reflejado en el espejo, a juego con las de mi cuerpo, tirado en el suelo de aquel cuarto.
Morado.