"Spaß"

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 Aún estaba sorprendida de tenerlo justo frente a mí; tan alto y maduro que casi ni lo reconocía. Su voz se había vuelto más obscura y sus ojos mucho más grandes, aquellos rizos despeinados se habían convertido en una linda melena. Y su sonrisa era exactamente la misma. Se me escapaba una sonrisilla de alegría cuando lo miraba conversar con Mat en la habitación, y yo los dejaba que ambos se pusieran al día

-¿Te siguen gustando los parques temáticos?- Le preguntó Mathew, recordando que a él le solían fascinar los parques de diversiones. -¡Claro que si!- Contestó él al instante, como si el tiempo no hubiese pasado sobre él.

-Hay un parque acuático cerca de Berlín, tal vez quieras ir con nosotros- Mencionó él, haciendo planes solo.  -¿Tropical Island?.. ¡siempre he querido ir!- Exclamó Dylan, cuando le brillaban los ojos y a mi esposo también le causaba ilusión. Ambos se giraron hacia mí, en forma de súplica, hasta que me reí como símbolo de aprobación.

-¿Cuando quieren ir?- Les pregunté, sin darme cuenta de que querían salir despavoridos en ese instante..

-Bueno... podemos empacar rápidamente, y si nos damos prisa podemos alcanzar a disfrutar un poco- Dijo diplomáticamente mi esposo, tratando de contener las ansias. -Mis cosas ya están empacadas- añadió mi hermano para que yo no me opusiera al caso, así que no me quedó más que aceptar sus malévolos planes.

Tomamos una breve ducha y nos preparamos para viajar a Berlín. El resto de la familia también se dispuso a acompañarnos, a lo que la emoción de Amie nos invadió a todos más que nunca.

El largo e inesperado viaje valió la pena luego de que llegamos a aquel mencionado lugar. El parque acuático más grande que tenía Alemania, y ahí estábamos nosotros como pequeñas hormigas ante aquel gigantesco lugar

-¿Irás?- Me preguntó mat, al referirse a mi condición física, pero yo solo asentí con la cabeza, dándole a entender que ya estaba mucho mejor. -No viajé tanto para quedarme sentada- le contesté, y él solo me sonrió al tomarme de la mano.

Los gritos de emoción de las personas sobre los botes y demás atracciones nos invadían de emoción y decidimos montarnos al tobogán que estaba más alto. Los tres optamos por separarnos del resto del grupo, para seguir nuestra propia travesía. Pero cuando llegamos a la cola para subir, tuvimos que inclinar desmesuradamente nuestra cabeza hasta ver el principio del inmenso tobogán; a lo que tontamente reímos de los nervios y emoción. Subimos incontables escalones hasta llegar al final; nos colocaron chalecos salvavidas y nos dieron algunas instrucciones y prevenciones en caso de algún accidente, pero yo seguía emocionada a que apretaran el botón para caer en la entrada de ese abismo. Sentía las temblorosas piernas de Mathew atrás mío, a lo que me reí y me giré para ver si todo se encontraba en orden. Me sonrió con nerviosismo y no quiso decir una sola palabra hasta que nos arrojaron despiadadamente por aquel nefasto precipicio.

Grité con todas mis fuerzas, desahogándome y dando risas de vez en cuando. Las vueltas desprevenidas desbalanceaba aquel pequeño bote, y nosotros lo equilibrábamos con el peso de nuestro cuerpo. Mat se concentró en sólo agarrarse fuertemente de la orilla; como si su vida entera dependiera de ello, su voz nunca salió de su boca y eso me causaba preocupación y algo de risa a su estado de petrificación en aquel pequeño bote. Dylan y yo lo disfrutamos como nunca y de vez en cuando gritábamos nuestros nombres para cerciorarnos que aún nuestro corazón seguía latiendo.

Nos bajamos algo mareados y esperamos a recuperar el equilibrio; y a que Mathew dijera alguna palabra, pero él nos hizo señas de que nos adelantáramos. Al parecer aquello lo fulminó, así que decidió acompañar a su hermana menor a los juegos. Nos fuimos solos a disfrutar de cada juego del parque al menos un par de veces cada uno; y aquello me recordaba los momentos que solíamos disfrutar cuando estábamos pequeños. Las sonrisas y las bromas no habían cambiado en lo absoluto, y eso me reconfortaba. Luego de un largo rato nos cansamos de tanta adrenalina, y escogimos sentarnos a tomar unos refrescos de la cafetería que estaba a unos pasos de allí.

Él se sentó exhausto, al igual que yo; y nos reímos sin motivo por algunos minutos hasta que él me rodeo con la mirada y se puso algo serio.

-Lo siento Adeline, por haberte dejado sola todo este tiempo y ser insensible con todo lo que estabas pasando- Empezó diciendo, sin dejar que yo lo interrumpiera.-Su accidente fue tan injusto, que me enojé sin razón, y empecé a culpar a todos a mi alrededor... discúlpame- Me rogó con sus ojos enrojecidos.

-No Dylan, no es tu culpa... no te preocupes, ya todo eso lo olvidé... literalmente- Le comenté y ambos nos reímos de nuevo. Pero luego agaché mi cabeza pensativa ante eso, -¿Sabes?.. estuve pensando mucho lo del accidente de nuestros padres pero no se mucho al respecto, ¿quisieras decirme que pasó ese día?- Le indagué para que él me contara cada detalle, sabía que estaba siendo un tanto insensible ante sus sentimientos pero tenía muchas preguntas qué contestar. Sabía que Dylan tenía un propósito para haberse marchado, comentó que había sucedido de una manera injusta y me estaba culpando por aquello, todo eso no tenía sentido. El ir a Nueva Zelanda por tanto tiempo no parecía muy convincente tampoco. Pero esperé, a que él quisiera decirme las cosas por su propia voluntad y elección, confiaba en él y estaba dispuesta a escucharlo. Él se puso algo nervioso y no quiso darme su mirada, apretó los puños y cerró sus ojos con fuerza, como si luchara consigo mismo hasta que por fin salió algo de su boca

-Está bien.. te lo diré.. pero no aquí, lo haré en otro lugar- me aclaró seriamente con su ceño fruncido. -Esperaré entonces- Fue lo único que le contesté ante su comentario. -Si quieres vamos a buscar a Mat- Dije, cuando me levantada de un solo golpe; él no me respondió pero siguió mis pasos.

Caminamos hasta encontrarlos en el área de niños donde estaba Amie revoloteando y brincando incontables veces sobre un barco inflable que emitía sonidos simulando ser uno de verdad. Sentí algo de nauseas y mareos luego de un rato; sentía ganas de alejarme de ese estrecho lugar ya que los sonidos me topaban bruscamente en los oídos, a lo que supuse ese día que se trataba quizá por haberme sobrepasado con la energía. Me repuse al ver a mi esposo acercarse a nosotros, -¿Te sientes bien?, ¿nos vamos?- Me preguntó él, y yo solo asentí con la cabeza.

 Nos montamos de nuevo en el auto y nos alejamos de aquel movida y simulada isla tropical


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