Ciudad de México.
─Papá, es una completa locura lo que me estás pidiendo.
─Anahí por favor –Suplicó el imponente hombre –Sabes que no te lo pediría si no fuera realmente importante.
─Lo sé… Pero estoy a dos meses de casarme y no me estás pidiendo cualquier cosa, pretendes que deje absolutamente todos los preparativos a un lado, para irme a no sé donde, a entregar personalmente un cheque simbólico en tu nombre.
─Hija, te prometo que solo serán unos días. No sabes cómo me encantaría hacerlo yo mismo, como cada año, pero sabes perfectamente como están las cosas en la empresa Any, y mi salud se deteriora. Esto es importante para mí. Sabes cómo adoro a esos pequeños y el compromiso tan grande que tengo con esa aldea en concreto. Pequeña… ─Pidió agarrándole las mejillas a su hija –Tú tienes un corazón enorme y no te vendrá nada mal vivir esa experiencia antes de sumergirte en el siguiente capítulo de tu vida. Tómatelo como unos días de vacaciones.
─¡¿Vacaciones?! Papá, mi concepto de vacaciones es irme a un lujoso hotel en alguna hermosa ciudad de Europa, no pasar no sé cuantos días en una aldea del interior de la región.
El esbelto señor miró a su hija frunciendo el seño, un gesto suficientemente claro para que la chica lanzara un suspiro de resignación, sabiendo que su padre no iba a darse por vencido.
─Ven… ─Pidió guiándola hacia los grandes ventanales de la lujosa oficina. La situó delante de él, permitiéndole a esa joven mujer observar el paisaje que quedaba a mucha distancia de ellos. El bullicio de la ciudad era inaudible debido a la insonorización del lugar. Pero se podía ver perfectamente, como los coches avanzaban velozmente por aquella importante calle de la Ciudad de México. Los peatones caminaban con prisa, cada uno hacia un lugar diferente, incluso pobres indigentes podían ver tratando de resguardarse del frio mañanero
─Sabes que siempre he tratado de darte todo ─Explicó agarrando los hombros de su hija ─Pero el mundo no es tan perfecto como he intentado que lo veas, Anahí… Eres una gran mujer y estoy profundamente orgulloso de lo que has conseguido en la vida, por ti misma y sin mi ayuda. Estás a punto de contraer matrimonio, formarás tu propia familia, te harás cargo de esta empresa, como siempre has soñado y serás una mujer muy exitosa… Pero necesito estar seguro de que ese éxito no va a helar el corazón que tienes convirtiéndote en alguien que no eres. Tú estás acostumbrada a tenerlo todo y a veces la vida no es tan fácil… Solo quiero que entiendas, que unos días de tu tiempo, no es nada cuando vas a hacer algo tan hermoso por personas que lo necesitan.
Unos segundos de silencio se crearon mientras Anahí continuaba observando el paisaje, al mismo tiempo que pensaba en las palabras de su padre. Ese hombre al que respetaba y admiraba más que a cualquier otra persona. Pues él sólo, se había encargado de sacarla adelante y a pesar de sobreprotegerla y consentirla, nunca dejó de inculcarle esos valores morales que él posee y que lo hacen único para ella.
─Está bien… ─Aceptó volteando, con una sonrisa ─Iré a entregar esa donación en nombre del hombre más bueno y sabio del mundo.
El señor puente, completamente satisfecho, abrió los brazos para que su hija se refugiara en su pecho y sumirla en un profundo y protector abrazo.