Me quedé absolutamente paralizada cuando salió corriendo… No entendía que acababa de pasar… La besé, sí… Besé a esa mujer y por primera vez en mi vida me dieron una cachetada. Pero lo peor del caso es que me encontraba absolutamente confundida… No sé qué demonios me llevó a besarla ¿Es que no puedes controlarte Dulce? ¡Ya la fastidiaste! Ahora va a pensar que… ¡****! Ni siquiera sé lo que piensa… Pero no debiste hacerlo… no con Anahí… no ahora que habían conseguido dejar de pelear… ¡Eres una estúpida! Te dejaste llevar por el momento y por… por…
─¿Me explicas que acaba de pasar? ─Interrumpió la voz de Maite desde atrás, haciéndome voltear.
─¿De qué hablas?
─De que acabo de ver como Anahí corría hacia la cabaña, con cara de pánico.
─La besé ─Respondí simplemente, observando como mi amiga levantaba una ceja.
─La besaste y…
─Me abofeteó.
Entonces la carcajada de Maite hizo acto de presencia, consiguiendo enojarme aún más.
─¿Se puede saber que le ves de gracioso?
─Perdón, perdón ─Se disculpó sin parar de reír ─Es que nunca te habían abofeteado.
─Repito la pregunta; ¿Se puede saber que le ves de gracioso?
─Lo gracioso querida amiga… es que lo volverías a hacer aunque te volviera a cachetear.
─¡Joder Maite! ─Grité llevándome las manos a la cabeza ─¡No me estás ayudando!
─¿Y en qué quieres que te ayude exactamente?
─¡¡En nada!! En nada… Pero se supone que eres mi amiga, al menos no te rías o… o… dime que hago.
─¿Qué quieres a hacer?
─Maite… ─Respiré hondo mientras fruncía el ceño ─Si lo supiera, no te estaría preguntando.
─¡¡A ver Dulce María!! Aquí solo hay dos opciones… Primera; piensas, recapacitas… te das cuenta de que esa chica es hija de uno de los hombres más importantes para esta aldea, vuelves a pensar y te alejas de ella antes de seguir metiendo la pata. O segunda opción; No piensas, no recapacitas, te olvidas de quién es y de donde viene, empiezas a sentir, corres hacia esa cabaña, la vuelves a besar y reconoces de una vez que te mueres por esa mujer desde el primer segundo en que la viste.
Después de escuchar todo el discurso y esas dos opciones que siendo completamente sincera no me ayudaban en nada, permanecí en silencio unos segundos, intentando que algún pensamiento lógico y coherente de verdad, llegara a mi mente.
Pero al ver, que el tiempo transcurría y nada sucedía, ningún milagro me desvelaba lo que debía hacer, mis piernas comenzaron a caminar sin control.