Llevo horas en la misma posición, sentada sobre la cama, mirando a un punto fijo y tratando de que el sueño llegue a mí en algún momento. Pero esta noche parece no querer visitarme, o más bien, yo tengo miedo de lo que pueda llegar a soñar si vuelvo a cerrar los ojos.
Son muchos los pensamientos que han invadido mi mente durante estas últimas horas. Cuando me decidí a volver a la cabaña, descubrí como Maite dormía plácidamente y en este momento, apostaría que si la observó, está exactamente en la misma posición. En cambió yo, parezco un niño inquieto que no para de dar vueltas.
─Yo creo que tus neuronas no van a soportar tanto pensamiento nocturno ─Interrumpió la voz de mi amiga.
La miré un instante y tras un suspiró, continué con mi silencio.
─¡Oye, a mi ni se te ocurra ignorarme eh, que no soy Anahí!
Nuevamente la miré, esta vez con el seño fruncido y una cara de querer matarla, realmente espeluznante.
─¿Puedes evitar nombrármela? ¡¡Gracias!!
─Oh… ¿Así que tu insomnio es causado por ella? ─Sonrió ─Interesante…
─Yo no sé donde le ves la gracia, la verdad.
─Si estuvieras en esta posición, observando cómo tu amiga lleva horas desvelada y suspirando por una mujer, le verías la gracia.
─No llevo horas suspirando por ninguna mujer Maite. Simplemente no puedo dormir.
─Está bien… ─Dijo levantándose ─Lo que tu digas, terca.
Observé como mi amiga abandonaba la cama y se dirigía a su armario para coger algo de ropa. Pero algo me resultaba extraño esta mañana… Algo que mi mente, sabía que faltaba.
─¿Dónde está tu sermón? ─Pregunté casi masoquistamente.
Ella se volteó y me observó con una ceja levantada.
─¿Por qué quieres que te sermonee exactamente?
─No lo sé ─Me encogí de hombros ─Siempre que hago una estupidez, o me ves dos veces con la misma chica, me sermoneas… Y… me parece extraño que no lo hagas.
─¡¡Oh!! ¿Te refieres a Andrea?
─Si…
─Ya… definitivamente te doy la razón, no haces más que *****. Pero ni siquiera me voy a molestar en sermonearte… Te doy por caso perdido. Además, fuiste una completa tonta, pero estoy segura de que a la hora de la verdad, no pasó nada con ella.
─¿Y por qué estas tan segura de eso? ─Pregunté ya cuestionándome si mi amiga era vidente.
─Vamos Dulce… Nadie aquí te conoce mejor que yo y salta a leguas el motivo por el cual invitaste a salir Andrea, justamente anoche.