Anahí abrió dificultosamente los ojos al sentir como el sol incidía en ella. Los párpados le pesaban, sentía una presión descomunal en la cabeza, como si esta le fuera a estallar de un momento a otro. Y su cuerpo, se encontraba absolutamente adolorido, parecía que en vez de dormir, alguien le hubiera pegado una tremenda golpiza.Ya no tenía frio. Sentía en su cuerpo desnudo, la calidez de aquella enorme y abrigada manta, que la cubría de absolutamente todo lo exterior.
Le bastaron simplemente unos segundos para darse cuenta de que se encontraba sola en aquella cama… Y a pesar de extrañarle, decidió descubrirse e intentar levantarse para ir al baño.
Pero entonces, escuchó como la puerta se abrió firmemente, dejando su intención a la mitad.
Ahí estaba Dulce, parada en la puerta, observándola tan fijamente que incluso consiguió estremecerla… Transcurrieron algunos segundos. La chica portaba algo entre sus manos, pero esa mirada… esa mirada conseguía ruborizar a la semi-desnuda Anahí, que no sabía muy bien que decir ni como actuar.
−¿Cómo te sientes? −Preguntó Dulce, rompiendo el silencio y saliendo de ese estado de quietud en el que se había sumido, acercándose a la cama y dejando sobre la mesilla de noche, esa bandeja que había portado todo el tiempo.
−Como si te hubieras pasado la noche golpeándome −Respondió Anahí con una sonrisa, mientras volvía a taparse y recostarse.
La otra muchacha correspondió a la sonrisa y se sentó a su lado, posando una de sus manos sobre la frente de la enferma.
−Tu temperatura está más normalizada −Informó.
−¿Significa eso que me estoy curando, doctora?
−Si… −Sonrió −Pero no debes descuidarte. Así que… −Agarrando nuevamente la bandeja y posándola sobre sus propias piernas −Me hace usted el favor, de comer algo para que pueda tomarse sus medicinas.
Anahí permaneció observándola unos instantes, tan fijamente que ni ella misma era consciente del por qué… Pero sonreía, no podía evitar sonreír al ver las atenciones que esa mujer se tomaba con ella. Aunque en medio del silencio creado, fue descubierta.
Dulce la miró fijamente, consiguiendo que su piel se estremeciera y deseando que llegara a su mente algún poder adivinatorio que le permitiera descubrir la totalidad de lo que se escondía tras esos ojos intensos.
−Gracias… −Dijo sin embargo.
−No tienes nada que agradecer…
−Y tú no tienes ningún motivo para cuidarme como lo haces.
−Bueno… −Sonrió −Ya sé que crees que soy una salvaje. Pero dejarte morir en medio del bosque hubiera sido demasiado.
Anahí también sonrió, bajando al instante la mirada para esconder la emoción que expresaba en el fondo.
−¿Estás bien? −Escuchó preguntar a su acompañante.
Suspiró volviendo a mirarla −No lo sé…