El resto de la tarde pasó bastante aburrida, lo único que Anahí pudo hacer fue lavarse un poco, para refrescar su cuerpo después de la caminata y sentarse a esperar que Maite viniera a buscarla.
─Mi único entretenimiento es curiosear las cosas de Dulce ─Pensó para sí misma, mientras agarraba por tercera vez entre sus manos el marco que sostenía esa fotografía que había visto el día anterior. ─¿Quién será esta chica?
Dulce aparecía en esa fotografía con otra chica. Una niña muy linda. Ambas parecían tener la misma edad, incluso algún parecido físico era capaz de encontrar. Pero lo que más le llamo la atención era su forma de sonreír… Parecían realmente felices. Y hasta ahora, en lo poco que la conocía, lo más parecido que había visto a esa sonrisa en Dulce, era al interactuar con esos pequeños que parecían ser su adoración.
El resto del tiempo se lo pasaba sumida en sus pensamientos, ausente, seria, misteriosa, con esa mirada intensa que parecía querer atravesarte en un instante. Anahí descubrió su piel estremecerse simplemente por pensarlo…
─¿Anahí estás aquí? ─Preguntó Maite abriendo la puerta.
Esta, rápidamente la miró, despertando de su hipnosis y depositando el porta-retratos en su lugar.
─Lo siento ─Continuó la morena ─Llevaba tiempo llamando y no respondías.
─No te preocupes... ¿Ya nos vamos?
─Venía precisamente a ver si estabas lista.
─Hace como una hora ─Sonrío ─No encuentro mucho que hacer por aquí.
─Pues siéntete afortunada, yo no tuve sino treinta minutos para prepararme.
La chica morena, hizo un gesto con su mano, invitándola a salir de esa cabaña y de esta forma, ambas mujeres se dirigieron al auto que las transportaría hacia el pueblo.
Al sentarse, Anahí se percató de que no era el mismo coche que la había traído el día anterior y al ver como Maite se ponía en marcha sin esperar que nadie más subiera, le fue imposible preguntarse por qué motivo Dulce no habría querido acompañarlas. Aunque esa pregunta, se quedó simplemente en un pensamiento, porque su orgullo esta vez no superaría a su curiosidad.
En cuestión de una hora, entre conversación, risas y más conversación, las muchachas llegaron a ese pueblo que le resultaba conocido. Pasaron incluso por delante de la que ellos llamaban su oficina central. Manejó unos metros más y se detuvo frente a un local, con apariencia de bar algo cutre ─Este debe ser el gran antro donde se divierten ─Pensó irónicamente.
─¡Llegamos! ─Confirmó Maite deteniendo el motor del auto.
Anahí intentó que su cara expresara lo menos posible su pensamiento. Pero la sonrisa de Maite le indicó que no lo había conseguido.
─No es tan malo como parece…
─No he dicho nada ─Se defendió.