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—¡Annika vístete!— El grito llegó a los oídos de la joven, que se revolvió en la cama con un gruñido.

—¿Para qué?— Pidió, reacia a salir de su colchón. 

—Una cena, tu vístete. Ordenes de tu padre— Se oyeron pasos.

—Seby espera— dijo Annika, pero sabía que el mayordomo ya se había ido.

Un instante después se abrió la puerta. Annika giró la cabeza hacia allí con la esperanza de ver a su mayordomo, pero no le sorprendió encontrarse a otra persona en su lugar.

—¿Te ayudo...?— preguntó una criada entrando.

—No te preocupes Elena, puedo sola— rechazó la ayuda lo más educadamente que pudo.

La criada suspiró y cerró la puerta, sus pasos resonaron cada vez más débiles mientras se alejaba. 

Annika se levantó y miró su saga de enormes y largos vestido de gala, ¿cuál sería el adecuado? Se decantó por uno celeste con toque morados el algunas zonas, y se lo puso con algo de dificultad debido a estar acostumbrada a hacerlo con ayuda.

Se dio los últimos ajustes frente al espejo y comenzó a peinarse su cabello oscuro, dejándolo suelto, excepto por dos trencitas que se sujeto luego detrás con una pinza. Comenzó con el maquillaje, nada del otro mundo, raya de ojos, algo de colorete, pero poco, y pinta-labios rojo oscuro, a juego con los toques morados del vestidos.

—¡¡¡Annika es la hora!!!— Sebastian abrió la puerta haciéndola pegar un bote, y a punto estuvo de salirse con el pinta-labios.

—¡Sebastian llama a la puerta por favor!— le reprochó exagerando, mientras fruncía el ceño con una mueca de enfado. 

Sebastian la ignoró, la conocía bien.

—Venga Anny— a Annika le encantaba que la llamaran Anny, aunque en su casa a parte de Sebastian pocos los hacían, y desde luego nadie en presencia de su padre.

—Está bien, vamos.— aceptó en cuanto se aseguró que todo estaba en orden frente al espejo.

Se levantó y salió de su cuarto, recorrió a paso rápido los pasillos y salones.

—Oye Seby, ¿adónde vamos?

—Al jardín, mi señora— explicó el con cortesía, aunque su voz sonó distante y fría—¿No lo sabías?

—Olvídate de tantas cortesías y respetos, por favor— rió ella algo incómoda— Me refiero, ¿qué celebramos?

—El fin del verano— Antes de que pudiera añadir más apareció Cristina, su madrastra.

—Vamos Annika, te están esperando— dijo con algo de seriedad agarrándola del brazo.

Annika puso la cara más desagradable que pudo y la siguió hasta su sitio en la mesa, junto a su padre.

—Buenas noches Padre.— saludó.

—Buenas noches.— dijo él serio— ¿qué hacías en la cama a estas horas? ¿Y por qué has tardado tanto?— ni siquiera giró la mirada hacia ella, lo que exasperó a su hija.

Si bien tener que contestar mientras la dura mirada de tu padre está fija en ti puede ser incómodo, a Annika le parecía peor aún ese deje de interés.

—Estaba cansada, eso es todo— contestó algo molesta por tanto control ¿Desde cuando no podía quedarse en la cama lo que quisiera si no tenía obligaciones?

—¿Y has rechazado la ayuda de la nodriza?— su padre la miró con algo extraño en sus ojos ¿Desconfianza? ¿Enfado? ¿Quizá reproche?

—¡Sí!— dijo preguntándose como se había enterado de todo— No me gusta que todos hagan por mi cosas tan básicas.

Tras decir eso se sentó en la silla y cortó el solomillo que humeaba en su plato. El silencio lo invadió todo, ¿qué había hecho mal?

—¡¡¡Annika por favor!!!— exclamó Cristina mirándola con desaprobación— ¿No sabes que se debe esperar a que el rey de el primer bocado?— habló bien alto para que todos lo oyeran.

Annika ruborizó y miró hacia el monarca, en un gran sillón, con la reina y su hijo Aland al lado.

«¡Tú no eres mi madre así que no me digas que hacer!» Habría espetado de no tener puesta las miradas de todos los presentes, incluido el rey, y lo que quizá era peor: su padre.

—Tranquilos— el rey alzó la mano para relajar el ambiente— Todos cometemos errores— Partió su solomillo y dio el primer bocado.

Al momento la música comenzó a sonar, el banquete inició y las risas con él.

—Mira que eres tonta— una risita acompañó las palabras.

Annika se giró.

—Merry— dijo contenta—¿Qué tal?

—Muy bien, excepto por el largo viaje que he tenido que hacer hasta tu castillo— Annika rió, su amiga siempre decía lo mismo. Odiaba ir en carruaje.— Mira, allí está Aland.— susurró después.

El príncipe rubio comía con discreción, sentado junto a su padre.

Annika lo miró también y suspiró.

—Ya...

—¿No estás contenta?— Merry estaba asombrada— ¡Puedes ser reina!

Annika sonrió como pudo, deseando volver a su habitación.

₪₪₪

Llegó la hora del baile. Su padre hablaba con el rey, que de pronto le hizo un gesto a Aland.

El príncipe se acercó con pasos lentos. Al lado de Annika Merry se tensó y soltó una risita nerviosa poniendo su mejor sonrisa.

—Annika Odilia del Ríocongelado— saludó Aland cordial.

—Aland D'Orian de Camposcuro— respondió ella notando como las palabras se atragantaban en su garganta.

—Aland Dietrich D'Orián de Camposcuro— corrigió él sonriendo— ¿Sabes que significa?

—No— dijo ella mientras miraba de reojo a Merry, que tenía la boca entreabierta por la emoción y observaba embobada al príncipe.

—Aland significa brillante como el sol, por mis cabellos creo que me lo pusieron, y Dietrich significa gobernante del pueblo—Explicó.

Merry rió tontamente, poniendo nerviosa a Annika.

—Pues mi nombre significa yo, nada más— Respondió Annika algo cortante.— Y puedes llamarme Anny.

A pesar de que su padre no estaba demasiado cerca debió oírlo, pues Annika vio como se tensaba y le dedicaba una fugaz mirada.

—¿Segura?— preguntó Aland, sin dejar de sonreír ¿Acaso tenía monos en la cara? ¿Qué se supone que era tan gracioso?

Annika lo miró arqueando una ceja.

—Annika quizá no signifique nada, pero Odilia significa riqueza. No se porque prefieres Anny, ya sabes que los nombre de pueblo son más vulgares. Un nombre con un buen significado es un buen augurio. 

Annika sonrió forzadamente, siempre había odiado ese segundo nombre, en verdad su padre había querido llamarla Odilia Beatrice, que ciertamente significa riqueza y feliz, pero su madre se había opuesto.

—Ah, gracias, me agrada saberlo— Mintió con educación— Pero no creo que pase nada por llamarme Annika, al fin y al cabo ese es el nombre que escogió mi madre para mi. Y dudo que ella fuera vulgar.

Aland la miró y asintió sin decir nada durante unos momentos.

—¿Me concedes el baile pues?— preguntó al fin. «¿No tenías nada mejor que decir?»

Merry a punto estuvo de soltar un chillidito a su lado.

—Me encantaría, pero me duele la cabeza, subiré a mi habitación. Lo siento.

Y sin más dejó allí plantado al príncipe, que parpadeó con sorpresa antes de reponerse un segundo después.

La Oscura Verdad de AnnikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora