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Annika estaba tumbada en su cuarto, las lagrimas caían por su mejilla después de la dura bofetada de su padre. Le había quitado lo pantalones y la camisa, y ahora estaba encerrada en su cuarto. No podría ir a la fiesta de Merry, que tanto le apetecía. De hecho no podría ir a ningún sitio, excepto al castillo del rey, como no, no podía deshonrar a su familia faltando a la gran fiesta en honor a una antigua victoria militar.

Sonó  la cerradura y la puerta se abrió.

—Anny— saludó Sebastian, ella lo miró mientras se restregaba la mano por los ojos tratando de cubrir los indicios de las lágrimas.— Vístete, hay que salir ya para estar al mediodía allí.

Annika se vistió con velocidad, ayudada por Elena. No tenía ganas de hablar ni de moverse, de hecho prácticamente se quedó quieta mientras la nodriza lo hacia todo. Salió afuera cuando el sol salía, el carruaje estaba listo.

Entró y se sentó enfrente de su padre y Cristina. La vergüenza por lo que había pasado la atenazaba y no saludó.

-En marcha— ordenó el duque, y el carruaje arrancó. El trayecto fue silencioso e incómodo. Annika miraba por la ventana. Vio la figura de un lobo durante un instante y sonrió. Sabía que había peligros, pero deseaba ver un lobo, deseaba estar en el bosque.

—Sooooo— el carro frenó y alguien abrió la puerta desde fuera.

—Duque Richard del Ríocongelado— hizo una reverencia y cerró de nuevo, mientras gritaba unas palabras que la joven no pudo entender.

El carro avanzó de nuevo, despacio, hasta pararse.

—Por aquí— Un mayordomo abrió la puerta y los tres bajaron, lo siguieron hasta un salón donde ya había varias personas.

—Duque Richard— el rey se acercó— Bienvenido, Aland vendrá en poco tiempo y concertaremos la boda— sonrió.

—Su majestad...— hizo una reverencia.

El rey sonrió y se alejó a recibir a otros invitados, Cristina se alejó cogida del brazo de su padre. Annika permaneció de pie, pálida, luchando por contener las lágrimas.

—Annika— Merry la abrazó.

—Merry— se tragó la tristeza. Quería decirle que no iría a su fiesta y que probablemente pasarían meses antes de volverse a ver, seguramente hasta su boda con Aland, pero no encontró fuerzas.

—¿Llevas mi regalo?— Merry sacó un colgante, le había regalado a Annika uno igual como muestra de su amistad por su cumple.

—...No... Lo siento, ha sido una tarde un poco... liada— dijo al fin.

—Entiendo.— murmuró su amiga, aunque la tristeza se reflejaba en sus ojos.

Annika sonrió, y vio a un joven acercarse.

—¡Es Robian! ¿Me disculpas?— Merry corrió hacia él encantada, el chico de pelo castaño la abrazó mientras ella le besaba en los labios.

Annika la envidió, probablemente acabaría casada con aquel al que amaba. Annika siguió caminando sola por el enorme jardín. De pronto un joven de pelo negro y ojos azules la saludó. Annika frunció el ceño unos instantes, antes de acercarse a él.

—Hola.— saludó, al ver que él no decía nada.

—Hola. Felicidades, no pude ir a tu cumpleaños.

—Ah... mm... no pasa nada. Soy...

—Se quien eres, Odilia.

—Llámame Annika— sonrió forzosamente.

La Oscura Verdad de AnnikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora