XVI

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Annika caminaba algo incómoda. Artur no parecía el de siempre, aunque no era extraño: su padre acababa de morir. Suspiró entre cansada y abrumada. Por lo menos él podía estar orgulloso, ella sin embargo veía a su padre como un egoísta sin corazón. Apretó los puños al recodar como la había encerrado allí, ni siquiera se había conformado con meterla en un cuarto.

—Es aquí.— esas simples palabras interrumpieron sus pensamientos.

Annika subió la mirada y vio a varias personas y lobos. Todos demacrados con heridas, algunos tumbados con un aspecto tan débil que Annika no sabía como sacaban fuerzas para respirar. Los miró paralizada con los ojos abiertos como platos, recordándose una y otra vez que aquello era su culpa, y solo suya.

Un gruñido gutural la hizo volver a la realidad. Una loba marrón rojiza la miraba erizada, los que estaban detrás tampoco parecían estar muy contentos de verla. Con un aullido la loba saltó hacia ella, inmovilizándola contra el suelo. Probablemente le habría rasgado el cuello de no ser porque tenía buenos reflejos y se defendió con las manos.

—Hijo, ¿cómo nos traes a esta rata traicionera?— gruñó antes de lanzarle un mordisco que ella esquivó por los pelos.

De pronto Annika se sintió furiosa «¿qué hago aquí- pensó- Si ni Artur parece querer defenderme»  La bestia que llevaba dentro salió, Annika si se molestó en tratar de dominarla, la dejó salir, consciente de que ahora era una corpulenta y esbelta loba al nivel de su oponente. Sus colmillos chocaron una y otra vez entre ataques fallidos. Annika logró cogerla de la nuca pero la madre de Artur se retorció con brusquedad liberándose. Con un gruñido de ira Annika la atrapó contra el suelo. Antes de volver su intensa mirada hacia Artur, que ya no era el de antes, ya no quedaba en él ni una pizca de lo que un día fue, o de lo que un día Annika creyó que era.

Lanzó un último aullido victorioso al cielo, viendo a la loba rojiza gemir tras un duro golpe en una pata. Los ojos ambarinos destelleaban con odio, pero la orgullosa loba tuvo la sensatez suficiente como para aceptar la derrota. Annika la miró y echo a correr, alejándose de allí, alejándose de otro lugar en la que era considerada enemiga.

Ya había corrido suficiente cuando paró, la lengua colgando entre sus colmillos que aun contenían sangre de su oponente. Cerró los ojos un segundo y cuando los abrió la adolescente de pelo oscuro estaba allí de nuevo. Abatida, sola, desesperada y cansada caminó. Sus pasos la llevaron sin quererlo al castillo que fue su hogar. Escaló con una seguridad que jamás había sentido cuando aun era una princesita mimada y llegó a la terraza del salón, donde como había previsto por la luz encendida estaban su padre y Cristina.

—Padre— el duque se levantó y dio un paso hacia ella— No te muevas— Ordenó con autoridad, dejándolo tan sorprendido que paró en seco.— Tu tampoco Cristina— Añadió.

—Hija...

—No se si mereces considerarme como tal— gruñó aun enfadada, pero su padre mantuvo la compostura.

Cristina la miraba con odio y repugnancia.

—Duque Richard— dijo con una voz bastante cursi en opinión de Annika— ¡Deberías llamar a los soldados y que la maten como a un licántropo más que es!

Annika la miró con frialdad pura en su mirada.

—Tengo una propuesta para ti, Duque— dijo ignorando a Cristina.

—Habla pues— Contestó él, y Annika entornó la mirada con desconfianza.

—Yo no elegí ser como ellos, ser medio loba, pero lo soy. Tu quieres tener más honor y riquezas. Yo soy lo que necesitas, ¿o no?— Sonrió con ironía— Bien. Me casaré con Aland, tu solo has de guardar el secreto, cada cierto tiempo saldré a pasear para dejar salir a la loba... y así tendrás lo que quieres.

—¿Y tú, qué ganas?— preguntó su padre desconfiado aunque con interés.

—Volver a mi antigua vida. Los licántropos no son nada para mi. Ellos saben que fue gracias a mi como los encontrasteis, soy su enemiga.

—Y sin embargo debieron de ser ellos quienes te liberaron.

—Él.— corrigió— Que yo sepa solo queda uno.— No quería agrandar la deuda que ya tenía con Artur y su pueblo— Venía por su padre con la esperanza de que viviera, fue uno de los que conocí cuando me curaron el flechazo. Le pedí que me sacara y finalmente lo hizo, aunque me dejó abandonada sin más.—finalizó.

Su padre asintió.

—Acepto. —declaró.

—¿Qué me garantiza que no me traicionarás?— preguntó antes de asentir.

—Como sabes bien, te necesito, y tu a mi— añadió.

Annika asintió con la cabeza y entró en la habitación.

—¡¡Elena!!— llamó su padre, y la criada apareció velozmente— He encontrado a Odilia finalmente, llévala a su cuarto, prepárale un buen baño y vístela de forma adecuada, vendrá conmigo a la fiesta por el cumpleaños del rey.

Elena asintió y Annika la siguió en silencio por los largos y solitarios pasillos.

La Oscura Verdad de AnnikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora