VI

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Annika llegó y se tumbó en la cama, esa noche los lobos aullaron, trayéndole el recuerdo de Artur, de todo lo ocurrido. Era obvio que tras ese beso todos consideraran que ya había futura reina. Annika dudó si insistir en rebelarse, ¿no era mejor aceptarlo? Los aullidos se oyeron de nuevo con más fuerza y Annika se acurrucó atemorizada. El bosque siempre la había llamado, pero no quería ir con lobos allí. Al menos no de noche.

Aún tumbada recordó las historias de cuando era niña, los lobos eras demasiado malignos, pero la mayoría había caído en la Gran Batalla, no debía preocuparse. Se repitió esto hasta caer rendida.

Se levantó lista para volver a la rutina. Bajó despacio a desayunar y saludó a su padre y madrastra sin énfasis. Estaba comiendo desganada cuando apareció el General Twing.

—Duque Richard— dijo. Su padre lo miró y le indicó con un gesto que hablara— Quizá sea mejor a solas— dijo el entonces.

El Duque se levantó y salió tras el soldado. Annika lo siguió con la mirada antes de mirar a Cristina, cuya expresión desvelaba su sorpresa y enfado. Sofocó una risita. 

Annika se pasó el día vagabundeando. Logró acercarse algo bosque, tan bello a la luz del sol como a la de la luna. Ya aburrida subió a su cuarto para leer. Se acabó un libro cuando la tarde ya caía. Entonces se asomó por la ventana, y decidió que esa noche iría al bosque. Algo más animada ante esa perspectiva abrió el armario y sacó un vestido viejo, demasiado largo y pesado quizá para un lugar lleno de raíces y arbustos.

Bajó a cenar y subió de nuevo. Se lo puso sola, algo que poco a poco hacia mejor. Salió por la ventana y escaló las enredaderas hasta abajo. Se dirigió al bosque notando un cosquilleo de emoción. Caminó por allí en silencio, escuchando el canto de los grillos. Rozaba con la yema de los dedos los troncos arbustos y flores, todo parecía tan bonito, tan especial, tan sagrado... Un mundo nuevo y ajeno a ella, pero más bello. Un mundo salvaje y sin normas, sin reyes ni reinas... pero con paz. Entonces ocurrió algo que no olvidaría pronto. Un tenebroso y único aullido se elevó hacia el cielo haciéndola tensarse. Se pegó al tronco de un árbol con la respiración agitada. Al principio todo era silencio, pero de pronto oyó pisadas, rápidas , demasiado para ser de personas. Los jadeos también llegaron a sus oídos. Gritó aterrorizada cuando un lobo negro apareció ante ella gruñendo. La miró simplemente con esos ojos, como esperando a ver que hacia. Más lobos aparecieron, uno agarró su vestido rasgándolo, otro salto sobre ella haciéndola caer. Annika gritó espantada, esperando solo la muerte. De pronto oyó voces... si... voces humanas. Oyó relinchos y resoplidos de caballos. Un único silbido y una flecha se hundió el la espalda del lobo que estaba sobre ella.

Annika aprovecho el momento para pegarse de nuevo al tronco y encogerse allí, sentada y llorando, con una pantorrilla arañada.

Los lobos se alejaron. El negro la miraba jadeante, casi sonriendo, agitó la cabeza y huyó. Pronto llegaron los caballos. En uno iba su padre, y Sebastian apreció pronto corriendo.

—¡¡Annika!!— gritó corriendo hacia ella.

Annika apenas lo oyó, su mirada fija en el lobo, que aun se retorcía con la flecha en la espalda.

Un soldado desmontó y colocó un pie sobre el animal castaño que estaba agonizando. Sacó un puñal y lo clavó raudo y limpiamente el la nuca del animal. Para asombro de Annika el cuerpo comenzó a agitarse poco a poco, los pelos desaparecieron y de pronto tenía allí a un chico, era joven, unos quince años quizá. El pelo castaño muy claro, y los ojos abiertos de par en par, con una expresión de  dolor y terror fija en ellos para siempre. Estaba desnudo así que Annika apartó la mirada y miró a Sebastian. Este estaba pálido. Un soldado se quitó la capa y cubrió el cadáver con ella. Annika no entendía nada.

—Vamos Odilia— dijo u padre, que también parecía muy sorprendido— Lo que decía el General Twing... era cierto.

Annika no entendía demasiado, solo sabía que estaba muerta de miedo. Su padre le dio su capa para que se envolviera en ella.

—Estás herida— dijo al verla cojear.

—No es nada, Padre...— masculló.

—¿Te la han hecho los lobos?

—Sí... Pero es superficial...

Su padre asintió y puso en marcha al caballo en cuanto Annika se hubo subido a su grupa

La Oscura Verdad de AnnikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora