IV

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Annika estaba sentada en la mesita del balcón, miró por la ventana y atisbó el bosque, no quería otro regalo sino ese.

Rebuscó en el armario hasta encontrar unos pantalones largos y una camisa vieja, las había encontrado tiempo atrás en un paseo por la ciudad, y había logrado traérselos. Cerró con pestillo su cuarto por seguridad, aunque ya había cenado, y no debería haber problemas. Pero no venía mal prevenir. Tras pelearse con los pantalones logró ponérselos, era extraño, pero más ligero. Se recogió el pelo en un moño. 

Salió de su cuarto llevándose las llaves y cerrando por fuera, y sigilosa, moviéndose con la seguridad de haber vivido allí siempre, logró salir. Libre echó a correr hacia el bosque, se movió entre los árboles, feliz, disfrutando de la naturaleza, solo lo había hecho una vez, y alguien la había visto y confundida con un ladrón, también se enteró que habían atrapado a un chiquillo acusándolo de ser él, y se anotó en la mente sacar el tema en la próxima comida y descubrir que fue de él.

Tras corretear por allí un rato decidió volver, entró en silencio y...

—¡¡¡Odilia!!!— un soldado se acercó a grandes zancadas— Odilia.— La cogió del brazo, sin que ella hiciera nada por huir, muerta de miedo. Notaba como si todos sus músculos fueran pesadas piedras.

—Ge... General Twing— murmuró mientras su mente trabaja por idear un plan. Un plan que sabía que no la haría salir de la situación.

—Vamos a hablar con tu padre— La arrastró hacia el salón donde llamó con fuerza a la puerta—Duque Richard del Ríocongelado.

—Pase— se oyó la potente voz.

La Oscura Verdad de AnnikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora