Un nuevo día

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En plaza Leene las campanas comenzaron más temprano aquél repique conocido por todo Truce durante las mañanas, pero en esta ocasión la intensidad de la melodía era más fuerte y prolongada debido al gran día que era: El comienzo de la feria celebrada en honor al cumpleaños número mil del reino de Guardia.

La señora Tamara Degjel, una mujer joven de cabello castaño con las fachas de una campesina, subió a la habitación de su hijo. La noche anterior el muchacho le había pedido que lo levantara temprano en caso de no lograr despertarse a ese tiempo, algo que le extrañó un poco, siendo que ese día todas las actividades se suspenderían por estar feriado; supuso que su vástago deseaba disfrutar desde temprano la celebración de la feria del milenio, aunque daba casi lo mismo dado que el evento duraría dos semanas enteras hasta cerrar con el nuevo año, debido a la importancia de aquél aniversario en particular.

Arriba, tal y como lo profetizó el mismo muchacho, estaba profundamente dormido, y el repique de las campanas lo escuchaba apenas como un lejano tintineo.

—Crono... —Le llamó— ¡Crono!

El pelirrojo asomó la cara de entre las sábanas algo ojeroso. Su madre le miró conteniendo la reprimenda.

—Buenos días, Crono.

—Buenos días, mamá.

—¿Puedo saber por qué estás desvelado? —el aludido palideció—. Adivino. Estuviste tan impaciente anoche por que llegara el día de la feria que no conseguiste dormir, ¿verdad?

—No puedo ocultarte nada, mamá.

Por lo bajo, agradeció que su madre no sospechara sobre sus intenciones referentes a conseguir dinero para una espada. Ella no consentiría que se costease una auténtica aunque tuvieran dinero de sobra, pues consideraba las armas bastantes peligrosas. De por sí y con esfuerzo, aceptaba que tomara la instrucción de Sir Dianos en las artes del kendo y esgrima.

—No te preocupes, cielo. En este día no hay que levantarse a trabajar, todo mundo estará celebrando en plaza Leene —decía ilusionada mientras abría las cortinas de la habitación cegando a su hijo unos instantes—. Había olvidado lo bonito que hacen sonar las campanas durante los aniversarios de Guardia. Apuesto a que nunca te imaginaste nacer para presenciar los mil años del reino.

—Sí, algo así. Mamá, ¿no te molestaría que me fuera desde ahora a la feria?

—Por supuesto que puedes, aunque no entiendo por qué, a esta hora no hay nada aún. Es muy temprano.

—Me nació ese capricho. Quisiera ser de los primeros en poner un pie en la plaza antes que comience el festejo.

—Entonces ve, pero antes deja que te prepare un desayuno rápido por lo menos.

Así, Crono salió de la cama, sabiendo que tenía el tiempo muy ajustado para desayunar y marcharse rápido a Porre. Después de haber hablado ayer con Lucca, encontró en la alcaldía de Truce al señor Mento, el alcalde de aquél pueblo. Por suerte, el hombre aún no conseguía un bufón que aceptara el trabajo en días festivos, y mucho menos por la miseria que ofrecía para la fiesta de su hijo. El pelirrojo le pidió el puesto y sin más remedio, el alcalde aceptó teniéndole en claro que lo quería temprano, pues la fiesta sería en la mañana para quizá después llevar a su familia a la feria del milenio.

Dándose prisa, se vistió con una playera blanca, unos pantalones azules crema y un chaleco del mismo color. Las prendas de tela barata estaban algo roídas pero daba igual, en Porre el alcalde le daría un traje de bufón y se cambiaría. Hizo un par de sentadillas para despejarse y luego cogió su espada de madera; aunque en el desierto de Fiona no hubiese monstruos, no estaba de más andar prevenido. Haría calor en el desierto, y su tupida cabellera sólo incitaría la incomodidad, por ello se colocó una cinta blanca rodeándole la cabeza a la altura de la frente, para que el cabello no le callera por el rostro o el cuello.

Cuando bajó al comedor, su madre estaba metiendo en un pequeño morral parte de la tarta de fresas de la cena pasada. "Tigre", el gato atigrado, mascota de la familia, intentaba alcanzarla con sus patas, pero Tamara lo alejaba. Una vez lista, la madre le entregó la prenda, y el muchacho se la pasó por el cuello quedándole colgando bajo el brazo. Nuevamente le agradeció a su madre el detalle. Tamara estaba muy entusiasmada desde anoche, cuando escuchó la manera en que su hijo reconcilió su amistad con Lucca.

—Ve con cuidado. ¡Ah, casi se me olvida! —La buena mujer le entregó unas monedas extraídas de los bolsillos de su faldón— Toma.

—Mamá, en verdad no lo necesito.

—Pero yo te lo quiero dar, además me has ayudado mucho con las cosechas de esta temporada, es justo que tomes un poco para que te diviertas. Quizá puedas invitarle algo a Lucca ahora que volvieron a hablarse.

—En serio no lo necesito, y lo de Lucca... bueno.

—Ya sé que quedaron como amigos, pero no importa, después de todo, tú mismo dijiste que ha comenzado a llamarte la atención. Insisto.

Conmovido, le besó la mejilla agradecido por las monedas de plata. Estaba por salir, cuando una oleada de remordimiento lo envolvió por haber recibido el dinero, siendo que iba por más para sus propios propósitos. Tigre lo observó con sospecha emitiendo un débil maullido.

—Mamá... yo —se contuvo a tiempo—, lamento haberte decepcionado con el compromiso.

—Anda Crono, ya te has disculpado de sobra. No te negaré lo agradable que hubiera sido verme pronta con nietos, pero no hay cuidado, yo sé que un día estarás listo para formar tu propia familia. Tengo fe en ti. Ahora ve y compórtate en la feria.

—Gracias.

Chrono Trigger - La NovelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora