Fate • [VerKwan]

94 11 1
                                    


Fue una vida secreta, fue una vida compartida en una pequeña cabaña cerca a la playa donde habían más sueños que realidades y más amor que miedos. Fue una vida que amo con locura y por la cual literalmente perdió la cordura.

Perdió la noción del tiempo en su sonrisa y el sentido de lo que era real se perdió en el sonido de su voz, su misión se perdió en el dulce color de sus ojos y todo se fue a la mierda en el calor de sus brazos.

Kwan paso días, meses, tal vez años escuchándole hablar, escuchando maravillosas aventuras bajo el océano y sobre las montañas, en el cielo sobre ellos y mucho más allá de lo imaginable. Despertó en las mañanas entre brazos y se fue a dormir fundido en su pecho y con aquellos ojos avellana clavados en el.

Se dejó deleitar en las tardes con aquella voz que susurraba versos sobre el destino y sus maliciosas venturas, y lo maravillo cuando el mismo comenzó a cantar para él aquellas nanas que su madre había entonado para el alguna vez.
Pero se dio cuenta que algo estaba un poco mal cuando un día ya no pudo recordarlas con claridad.

Lo alentó a volver, a volver a su realidad, a su propio mundo donde el tiempo transcurría con normalidad y los seres divinos como él, solo eran un cuento. Por qué Hansol era precisamente aquello. Un pequeño dios zorro que vivía en una cabañita cerca al mar, que no envejecía y había visto pasar tantas vidas que ahora poco le sorprendía, todo menos la voz del chico de mejillas sonrojadas y aquella extravagante personalidad.

Hansol lo amó, pero en sus silencios y miradas cargadas de reproche solo pudo cuestionarse el porqué ese niñito había aparecido en aquel claro, como había cruzado sus barreras y por que había decidido quedarse.

Le enseño todo lo que estuvo a su alcance y aquello que no estaba prohibido, le enseñó a leer el mapa de los cielos y cómo encontrarlo en el, para que algún día, cuando ya no estuvieran juntos, Kwan pudiera hablarle por medio de las estrellas y así él no se sentiría tan solo.

Se desacostumbró, pues se acostumbró a la presencia alegre a su alrededor y los besos en la frente. A las manos que acunaban las suyas y a esos ojos que gritaban mientras sus labios permanecían sellados. Ya sus propios silencios y las habitaciones vacías no le parecían familiares, sus momentos de meditación ya no le llenaban y entró en pánico cuando estar por si mismo ya no se sentía correcto.

Así que dolió, cuando le obligó a marcharse y las lágrimas rodaron por sus mejillas, dolió cuando el chico no protesto y todas sus preguntas fueron gritadas en silencio.

Pero SeungKwan ya no podía quedarse. Si lo hacía, su destino estaría marcado y Hansol no podía cargar con aquello.

Así que tras un beso que Hansol jura que recordará a travez de los siglos, y un abrazo que dijo lo necesario, lo vio marcharse, lo vio caminar Costa abajo y atesoro en su memoria aquella ultima mirada del bajito, respiro hondo y aguardó el tiempo necesario antes de ir tras el.

Afuera del mundo que ambos habían creado y de la vida que habían compartido, el tiempo no había pasado, Kwan nunca se perdió, nunca desapareció y nunca entró a ese pequeño claro.

Nunca estuvieron juntos.

Así que SeungKwan ya no le recuerda y Hansol es el único quien ahora conserva los recuerdos de aquel amor.

DrabblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora