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El chico había llegado a inicios del verano, en una van color azul de la década pasada. Parecía que a penas podía soportar el peso de las cajas y contener en su interior a la pequeña familia que se reducía a sólo tres integrantes. Los desconocidos se mostraron como personas de tez muy pálida y ojos grises. Un aura melancólica y ordinaria se cernía a su alrededor y, con sonrisas de cine comenzaron a desempacar sus pertenencias. Cada uno, llevo las cajas al interior de lo que sería su nueva casa.
Hiroto Kira regresaba de un arduo día de trabajo cuando se encontró con aquel pequeño auto desconocido invadiendo su calle (aunque no era propiamente suya) la sorpresa por no ser notificado de que alguien visitaría la casa próxima a la suya (la cual había estado deshabitada desde hace seis meses) le provocó un mal sabor de boca. Los cambios lo incordiaba. Él y su adorable novio observaban el OVNI (objeto volador no identificado) confundidos y buscaban en sus memorias el recuerdo de ellos siendo informados sobre los hechos que acontecían ese fin de semana.
Nada.
–¡Tenemos vecinos nuevos!– expresó con euforia el joven moreno. Adoptando una actitud típica de un infante, ignorando por completo el colapso mental que posiblemente estaba sufriendo su pareja.
–¿Por qué nadie nos notificó esto?– inquirió el pelirrojo con evidente ofensa.
–Quizás nadie más lo sabía.– razonó el moreno.
–¿Cómo puede ser eso posible? Si en cada vecindario hay una señora chismosa. ¿Dónde está nuestra señora chismosa?– preguntó, de forma teatral. Aquel tema parecía que lo había afectado demasiado.
Midorikawa quería echarse a reír, desde que lo conocía, Hiroto siempre había sido un dramático sin remedio (aunque él lo negara). Y con los años, se había vuelto aún más dramático. Aún así, lo amaba tanto que lo único que podía hacer era disfrutar del show y reír.
–Tú eres la señora chismosa, Hiroto.– respondió con una sonrisa pueril.
El pelirrojo se volteó para mirarlo, su ceño fruncido y la expresión irritada en su rostro. Midorikawa abandonó el deportivo antes de que el chico comenzara a sermonearlo. Cortando sus palabras con un alegre grito "¡Vamos a saludar!" cual niño corrió hasta la casa vecina, dispuesto a indagar en aquel nuevo misterio que eran los vecinos nuevos. Hiroto dejó escapar un suspiro de resignación y, con lentos movimientos, desabrochó el cinturón de seguridad y salió del auto. Después de todo, desde pequeño había sido educado para ser amable y sonreír siempre. Siempre.
Cuando se acercó a la casa de al lado, su adorable novio ya había abordado a ambos adultos. A primera vista, no llamaban demasiado la atención, salvo por la mujer, quien era hermosa. Un tipo de belleza que no puedes ignorar y hace voltear varias cabezas en las calles. El hombre, por otro lado, no llamaba la atención en ningún aspecto; sus ojos grises, que podrían ser su mayor atractivo, se mantenían detrás de una montura negra. Un matrimonio normal. Uno de tantos en aquel vecindario.
–Oh, el es mi novio.– señaló el moreno, aquella sonrisa radiante, capaz de derretir a cualquier persona, siempre conseguía que las personas fueran más indulgentes cuando se presentaban como novios. –Vivimos en la casa de al lado.
–Hiroto Kira.– Se presentó, extiendo su mano. El hombre fue el primero en estrecharla, luego, la mujer hermosa. –Espero que disfruten su estadía aquí.
–Qué chicos tan encantadores.– Su aterciopelada voz y sus delicadas expresiones los hicieron sonrojarse a ambos.
Eran personas tan ordinarias, ¿qué podrían traer de interesante a aquel monocromático vecindario donde habían vivido durante cuatro años? Por lo menos, parecían amables. Muy amables y simpáticos.
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Nuestro secreto en verano.
FanfictionHiroto solía preguntarse sin tendría permitido mirarlo de esa manera. ¿Podría estar mal, cuando él es tan agradable de mirar? Shirou Fubuki huele a limón y sueños. Él sabe a jugo de manzana y durazno. Él comenzó a significar todo. Pero Shirou Fubuki...