Capítulo 17. Otoño.

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-¿Qué te está pasando?
Esa fue la pregunta con la cual Kazemaru Ichouruta lo abordó el lunes por la mañana.
Había pensado mal en creer que su amigo no se había percatado de su perturbación emocional. Supuso que era normal, hasta él mismo admitía que había resultado demasiado evidente.
-No estás siendo tú últimamente.- señaló.
Fubuki bajó la cabeza y ocultó su rostro entre sus manos. No sabía qué respuesta ofrecerle. Él tampoco tenía idea de lo que le estaba ocurriendo. Sólo sabía que no podía controlar las emociones que se agolpaban en su cabeza y la hacían palpitar.
-Shirou, si necesitas hablar de algo, debes saber que yo estoy aquí para..
-Lo sé. - interrumpió, intentando no gritar.
La insistencia de Kazemaru, lejos de incentivarlo a confesar sólo le provocaban un horrible dolor de cabeza.
El muchacho de largos cabellos se sentó a su lado y le colocó una mano en la espalda.
-Dime qué pasa por tu cabeza.- dijo, mirando con paciencia al albino. -No tiene que tener sentido.
Nada. Sus palabras no conseguían ningún efecto positivo en Shirou Fubuki. Nada.
-Fubuki, si no me dices qué te pasa no puedo ayudarte.- señaló, cansado.

¿No era eso lo que él quería? Que alguien lo ayudara a resolver el conflicto que mantenía con sus emociones. No obstante, el simple hecho de explicar las circunstancias era vergonzoso. Jodidamente incómodo.
Por otro lado, ¿no le había demostrado Kazemaru, que era su amigo y podía confiar enél sin el temor de ser ridiculizado ni juzgado severamente? En su cabeza había un caos que necesitaba ordenar. Alzó la cabeza, obligandose a sí mismo y miró a su compañero fijamente.

-Es Hiroto. Todo esto es por Hiroto y por mí. Por el "nosotros".- dijo, las palabras se habían sentido como una cascada desbordando agua a presión.
-¿Qué pasa? ¿Él te hizo algo?- inquirió el muchacho, asustado de que su amigo pudiera ser víctima de abuso.
-No me hizo nada que yo no quisiera.- respondió siendo mordaz. Hiroto Kira no sería capaz de obligarlo a nada. -Incluso el sexo es consentido, no se trata de eso, Kazemaru.- negó, de pronto, se había arrepentido de hablar. Habría sido mejor quedarse callado.
-¿Entonces qué es?- insistió, confundido.
-Ya no sé cómo separar mi cuerpo de las emociones. Hemos tenido sexo muchas veces, pero ayer fue diferente. Se sintió diferente y tengo miedo.- Para este momento, Fubuki estaba demasiado nervioso para mantener la calma. Sólo deseaba que todo volviera a ser como antes. Cuando era ingenuo y estar con Kira era una simple experiencia. Un juego. Quería volver a eso.
-¿De qué tienes miedo?

Fubuki se quedó en silencio, si lo decía en voz alta, entonces lo admitiría y no podría ya escapar. No podría ignorar aquella realidad. Los ojos se le llenaron de lágrimas y vio como el rostro de Kazemaru cambiaba a una expresión preocupada. El atleta dejó de insistirle, dejó de hacerle preguntas y se acercó para envolverlo en sus brazos. Un gesto de cariño sincero.
-Está bien.- murmuró contra su oído. -Todo va a estar bien, encontraremos una solución.

Fubuki cerró sus ojos y se apoyó en el hombro de su amigo, respirando su aroma que lo tranquilizaba. Los recuerdos volvieron a su mente, como flash back tintados de morado.

Él se lo había pedido, en un principio, él fue quien comenzó con los besos y las insinuaciones. Su lívido era insaciable, algo natural en un chico adolescente. Su piel reaccionaba exageradamente a los estímulos, los roces y la cercanía del pelirrojo era casi tortuosa. Hiroto Kira lo sostenía de las caderas mientras lo besaba con hambre. Se miraron a los ojos y Fubuki advirtió el mismo deseo en su compañero.
-Quiero continuar.- murmuro, muy seguro de sus palabras. -Te deseo.

¿Qué había sido diferente esa vez?
Se abrazaron con fuerza. Pero ellos siempre se abrazaban. Se besaron con hambre. Pero ellos siempre se besaban. Ni siquiera podía decir que Hiroto había sido más amable, porque él siempre era amable. Entonces, ¿qué lo hacía diferente?
Se quedó pensando mucho en ese sentimiento después de que todo acabó y estaban tumbados en la cama, Shirou mantenía a su amante entre sus brazos, las hebras de cabello rojo le hacían cosquillas en la nariz. Y mientras lo reconfortaba con un amor protector, se percató de un hecho importante. Lo único que había diferido aquella noche; Hiroto se había permitido mostrarse vulnerable. Había buscado refugio en los brazos de Shirou y esa entrega tan completa de confianza, lo abrumó.
Ya no había manera de escapar. Estaba enamorado.
Muy enamorado.

Nuestro secreto en verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora