Capítulo 04. Retratos.

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Se había levantado a las ocho de la mañana y en el comedor cabeceaba mientras revisaba su móvil. Midorikawa se encontraba en la cocina, podía escucharlo pero de momentos se volvía distante. Estaba agotado, pero no podría dormir aunque lo intentara. El sonido de la taza chocando contra el vidrio se clavó en sus oídos. Cerró los ojos y presionó con fuerza.

–Sin ti, ya no es divertido ir a trabajar.– Se quejó el moreno, tomando asiento al lado de su novio. Lo miró y era tan obvio que no de sentía bien. –¿Estás bien? Pareces cansado.– preguntó acunando sus mejillas entre sus manos.

Le obsequió una sonrisa sincera y cerró los ojos, por lo recorfontante que resultaba su tacto cálido y suave. –No pude dormir anoche. Pero estoy bien.– respondió.

Le depositó un beso en la frente y lo abrazó con fuerza, porque estaría todo el día encerrado en una oficina y no lo vería hasta el anochecer. Los mensajes de Line estaban bien, pero no eran suficientes. Quería poder verlo allí, sentado a un lado o caminando de una esquina a otra. Lo extrañaba.

–Sabes que te amo mucho, ¿verdad?– inquirió acariciándole el cabello escarlata.

Hiroto Kira dejó escapar una suave risa, se sentía como un niño. –¿Qué pasa?– preguntó.

–Lo sabes, ¿verdad?– insistió.

Entonces comprendió que no se trataba de una broma, era real y su tono de voz se lo confirmó.

–Lo sé.– asintió. –Sabes que yo también te amo, ¿verdad?

–Lo sé.

Le obsequió un casto beso, para que se lo llevara consigo al trabajo y no se sintiera tan solo.

–Bien, ya me voy a trabajar.– anunció incorporándose.

–Deja la puerta del jardín abierta. – pidió.

Midorikawa alzo una ceja extrañado. –¿Esperas visitas?– inquirió divertido. Quizás Hiroto ya había enloquecido y esperaba a que los pájaros le hicieran compañía.
–Que tengas un buen día.– dijo cálido.

Subió a su pequeño despacho y se sentó en su escritorio. Estaba dispuesto a realizar algunos bocetos, pero la inspiración no quería cooperar. Así que, técnicamente estaba sentado frente a un libro de páginas en blanco. Suspiró. Echó una mirada por la ventana y el vecindario estaba desolado. Se notaba que hacía un calor inclemente. El sol no tenía piedad. Odiaba el verano.

Desde niño, no podía comprender el gusto de sus amigos por jugar en las calles e ir a los lagos en pleno verano. Él apenas podía caminar de su casa al instituto sin desmayarse en el camino. Todos presumían sus bronceados y Hiroto Kira, por más que lo intentara sólo conseguía adoptar el color de un camarón. Era vergonzoso. Odiaba el verano.

Había dejado las puertas abiertas con un propósito y no era sólo por el calor. Luego de dos horas ya podía escucharlo subiendo por las escaleras, después, en el pasillo. Finalmente, Shirou Fubuki se asomó por la puerta, sonriendo.

–Hola.– saludó, el tono de voz que había empleado era adorable y reconfortante.

–Buenos días.– respondió el adulto con una sonrisa.

Después de pensarlo el muchacho ingresó a la habitación y comenzó a revolotear alrededor del adulto, observando todo como un niño en una juguetería. A Kira le parecía interesante mirar a Shirou Fubuki porque era expresivo y sincero. Se acercó a su escritorio (el único sitio que aún no había explorado) cuando el albino se inclinó, un agradable aroma se desprendió de su cabello lacio. El pequeño visitante fue sentándose lentamente sobre su regazo. Su perfil adorable, sus labios entre abiertos, su cabello suave.

Nuestro secreto en verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora