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Hiroto Kira permaneció pensativo durante algunos segundos, mirando hacía los lados, en busca de una respuesta. El joven frente a él mostraba determinación. Si tenía su consentimiento, no podría estar mal, ¿cierto? No podía creer que lo estaba considerando. ¿Hasta dónde seria capaz de cumplir los caprichos de ese chico?
–¿Estás seguro?– preguntó, insistente. Le estaba dando oportunidad para considerarlo y redimirse.
Recibió un suave asentimiento como respuesta. Acompañado por una sonrisa alegre y una expresión que denotaba valentía. Como si supiera lo que hacia. Como si no sintiera miedo.
Hiroto Kira suspiró y se fue acercando lentamente.
–Si en algún momento, hago algo que no te gusta y quieres detenerte, me dirás. ¿Okay?– dijo, serio.
–Está bien.– asintió.
Hiroto baja la mirada y toma aire, preparándose para lo que está por hacer. Las manos le tiemblan cuando le quita la camiseta, dejando expuesto un cuerpo desnudo y juvenil. Sus deseos despiertan y él se regaña a sí mismo por pensar de esa manera. Se acerca para estrechar en un abrazo, porque sabe que está a punto de romperlo. Mancharlo y desprestigiarlo. Quiere atesorarlo ahora, que lo conoce. Sabe que va a cambiar mañana cuando despierte. Sabe que ya no será el mismo chico al que invitó una tarde a tomar té. El menor comienza a desnudarlo, cierra sus ojos para no verlo ni sentirse tan mal consigo mismo. Se está tardando, se mueve para ayudarlo.
–No te muevas,– pide, en un susurro autoritario. –Yo quiero hacerlo.
Hiroto se queda tranquilo. Shirou lo hace, lo desnuda y se aleja sólo un poco para admirarlo. Una sonrisa surca sus labios, es como un juguete nuevo. Una experiencia irreemplazable. Está emocionado. Eufórico. Lo envuelve entre sus brazos, sintiendo la piel encontrarse. Un tacto tibio y suave. Se permite suspirar. Y cierra los ojos para sentir. Hiroto lo recuesta lentamente en la cama, como si no quisiera despertarlo.
La piel es de una suntuosa dulzura. El cuerpo es delgado. Sin fuerza. Sus músculos apenas se asoman. Es imberbe, sin otra virilidad más que el sexo. Hiroto sabe qué hacer, pero no sabe en cuál momento. Su compañero está avergonzado, lo sabe porque lo ve cubrirse el rostro con las manos. Su pecho infantil sube y baja, a un compás pesado. Le acaricia los costados del dorso y él se estremece. No sabe qué hacer con las manos, muy pronto, él también comenzaba a sentirse nervioso.
–No tengas miedo.– dijo, con un susurro en su voz. –Enseñame.–No quiero hacerte daño.– respondió, como si quisiera llorar. Había cierta ternura en sus palabras, sus expresiones. Como si Hiroto Kira se hubiera convertido en el niño y Shirou Fubuki se obligara a crecer más.
–No vas a hacerme daño.– dijo, extendió su brazo y le acarició la mejilla, una sonrisa llena de comprensión. –Nunca harías algo que me dañara.
Él se armó de valor y se acercó. Lo besó, mientras sus manos buscaban tesoros escondidos en su piel. Recorriendo las piernas largas, los brazos finos, la espalda arqueada. La piel tersa parecía deshacerse entre sus dedos, como azucar en la lengua. Probó su piel inmaculada, y el chico se aferró a su espalda; nervioso, ansioso, excitado. Dejó marcas. Manchó su existencia con su boca. En la habitación se cernía una nube vaporosa que sólo traía consigo el calor infernal. Lo arrinconó debajo de su propio cuerpo y procuró ser amable. Muy amable. No quería entrar todavía, aún sentía que podía satisfacerlo sólo con besos y caricias. Tenía la esperanza de que fuera suficiente para el joven Shirou Fubuki. Lo escucha gemir ante la novedad desconocida.
–Está bien, puedes hacerlo.– Lo invita, nuevamente. Lo mira a los ojos y aquella vergüenza inicial se ha desvanecido. Hay confianza entre ellos, cariño y respeto. –Está bien.– respite y sonríe.
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Nuestro secreto en verano.
FanfictionHiroto solía preguntarse sin tendría permitido mirarlo de esa manera. ¿Podría estar mal, cuando él es tan agradable de mirar? Shirou Fubuki huele a limón y sueños. Él sabe a jugo de manzana y durazno. Él comenzó a significar todo. Pero Shirou Fubuki...