CAPÍTULO TRES | ENTRE MIL RECUERDOS

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       Keithlyn era una adolescente con tan solo diecisiete años, era conocida en su preparatoria como una de las mejores estudiantes que contaban con un alto nivel académico pero su carácter era uno de sus peores defectos, no era un misterio para nadie que nada en su vida era lo que en verdad aparentaba ni el porque era una completa perra con los demás. Sin embargo, cuando ella fingía, todos se lo podían llegar a creer a excepción de su mejor amiga Chloe, quien la conocía incluso mejor que sus propios padres. De vez en cuando Chloe le sugería entrar al club de teatro del instituto, y en repetidas ocasiones Keithlyn le respondía siempre lo mismo;

"—Suficiente drama hay en mi vida, no podría con ninguna otra más"

Sin contar que era miembro de varias otras actividades del instituto, el club de arte siempre fue su favorita. No era la mejor haciendo dibujos, pero en algo que si se destacaba era el maquillaje. Eso era arte para ella. "El maquillaje tiene el poder de tapar hasta la más profunda cicatriz de la piel" eso solía decir ella. Lástima que no tenía el mismo efecto con los sentimientos del alma.

Keithlyn se marchaba más temprano de lo normal de su casa cuando habían partidos solo para que le diera el tiempo de maquillar a todas las animadoras, a las demás bailarinas y a cualquiera que quería pintarse el rostro para Halloween o cualquiera otra actividad que surgía. Era una de las mejores maneras de recaudar fondos para las actividades que se realizaban, esa era la principal razón por lo cual todos se cuestionaban y les costaba creer que una joven tan hermosa y con toda una vida por delante decidiera cortarse las venas y quitarse la vida. A pesar de todo, la idea de que pudiera ser un homicidio no se le quitaba de la mente a algunos otros. Era una situación difícil para todos, sus padres, sus amistades, su novio incluyendo al instituto.



Keithlyn estaba siendo visitada por cientos de demonios que ni el Diablo mismo los podría aguantar, eso lo supe desde el primer momento que la vi y de igual manera me enamoré de cada uno de ellos, pero justo en este momento desearía odiarlos, odiarla a ella por haberme abandonado. Le había prometido estar ahí y arrastrarla lejos del infierno que estuviera pasando.

Ella era arrogante, pero sabía perfectamente la razón por la que lo era, intentaba protegerse a su manera aunque no sabía exactamente de que. Recuerdo haber sido una de sus víctimas mas sus palabras no pudieron herirme, no más de lo que ella estaba. En un instante siento que retrocedo en el tiempo y recuerdo todos los sucesos de aquel día.

La lluvia golpea fuertemente mi ventanilla causando fuertes estruendos en ella, aunque estábamos en época de verano estaba siendo una noche lluviosa. Sonrío nostálgico al recordar el día en que ella y yo terminamos empapados después de un día de larga lluvia, al final del día terminó siendo regañada por sus padres. Por alguna extraña razón Keithlyn nunca le gustaba hablar sobre su familia, intentaba poner el tema, pero de una u otra manera terminábamos discutiendo a causa de ello, llegué a la conclusión de omitir ese tema de conversación.

Después de tomar una ducha me obligo a sentarme en la silla de mi habitación, mi vista se centra en el pequeño diario de color rojo que se encuentra en mi escritorio. Ya hacía una semana que Chloe me prestó su collar mas no creí ser lo suficientemente valiente para leer lo que estuviera escrito ahí. Es incrédulo pensar que dejó un diario para mí cuando siquiera se molestó en despedirse o contarme lo que estaba pasando.

Con intrepidez me pongo de pie y cojo la libreta, inserto la pequeña llave dentro del cerrojo, segundos después logro abrirla. Aspiro fuerte y prolongado seguida de una respiración profunda, rubrico las páginas escritas y me propongo a leer.

Keithlyn ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora