CAPÍTULO NUEVE | ¡GRADUADOS!

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El baile de graduación había sido divertido para muchos y tedioso para otros. Unos estaban acompañados por su pareja, y otros con amistades; como el caso de Chloe y yo. No soy de fijarme mucho en el atuendo de las personas, pero joder, la merecía. Su pelo rubio caía en grandes hondas a su hombro, usaba un largo vestido color carmesí dilatándose al color de su piel, tenía pequeños diamantes ajustado a la cintura, no sabía cómo siquiera lograba caminar —sin contar sus altos tacones plateado—. El vestido dejaba apreciar sus curvas y otros aportes que me obligaba a no pensar en ello. Sin duda era una de las chicas más hermosas de la escuela. Pero no más que ella. Mi Keith.

El evento terminó a altas horas de la noche, no podía negar que la compañía de Chloe me sentaba bien, me hacía sentir que no me encontraba solo en un mundo tan solitario. Tres semanas antes de la graduación me había animado a tomar mi examen, en sus ratos libres se dedicaba a repasar conmigo hasta que finalmente pude calificar. Me había ayudado mucho y la apreciaba. Era extraño lo rápido que habíamos congeniado, nos hacíamos compañías el uno con el otro, entre los dos intentábamos preservar la memoria de Keithlyn. Sí soy consciente que ella no eligió el mejor camino para salir de sus problemas. Era una cobarde sin duda, pero de igual forma no podía juzgarla sin antes conocer su historia.

Las palabras escritas en su diario servían para saber que había sucedido con ella y desvendar todos los secretos que solía ocultar tan bien.

Chloe aún no se enteraba de la existencia del "dichoso diario" no veía la necesidad que se entera, pero ya no podía guardar esto para mí solo. Me consumía lentamente, mi mente me gritaba por las noches por ayuda, necesitaba compartir esto con alguien y la única que podía entenderme era ella; Chloe.

(...)

El gran día había llegado y aún me costaba asimilar que lo habíamos logrado. Habían sido once años de noches de insomnio, tardes cargados de trabajo, mañanas de sueños acumulados. Habíamos sobrevivido a la secundaría y eso era un gran paso, ya casi estábamos al final del camino, apunto de alcanzar nuestros sueños.

El director del instituto había concluido con su discurso, deseándonos a cada uno de los graduados prosperidad en la vida. Él señor Johnson; principal de la escuela, aclara la garganta en el micrófono para captar la atención de todos.

—Profesores, madres, padres, familiares de los alumnos que se gradúan. Amigos todos... Estimados alumnos. Hoy, con este acto, cumplimos con un rito importante para nuestros alumnos, cerramos una etapa trascedente de la vida. Es un placer pararme aquí hoy... les confieso lo orgullo que me siento de cada uno de ustedes por todo el esfuerzo que han hecho para llegar hasta donde están. Hoy tenemos entre nosotros una exalumna de Cambray High School, quién tiene unas palabras para ustedes... —discursos, discursos y más eternos discursos —. Con ustedes la señora MacQuioid, pero antes le pedimos un minuto de silencio por la difunta Keithlyn.

Siento como mi piel palidece por unos segundos, parpadeo unos cuantas veces para asegurar que mi vista no me este traicionado. Era difícil verla después de saber lo que era capaz de hacerle a su propia hija... su sangre.

—Un cordial saludo a todos los padres, familiares, profesores y especialmente a los alumnos de Cambray High School. —saluda— Están esos momentos que sienten que algo termina, que una etapa queda atrás, nos hace darnos cuenta de que la vida es un largo sendero con ventanas que se cierran para abrir puertas nuevas. Muchos conocieron a Keithlyn MacQuioid. Fue una estudiante, amiga, hija, prima, la esperanza y el amor de alguien más. Y siempre la recordaremos como....

La chica suicida —balbuceo.

» el dolor es grande. Las perdidas inevitables, y aun así han logrado alcanzar un logro más, trayendo sonrisas a sus hogares, pero a pesar de todo por....

Me limito a observarla. De lejos se puede notar las ojeras que carga bajo sus ojos avellanos, estás carecen de cierto brillo. ¿Será cansancio, tristeza o culpa? Quizás su conciencia la estuviera carcomiendo a tal punto de que no pudiese fingir más. De pronto siento como si mi sangre empezaba a hervir de la ira. No podía quedarme allí y escuchar una palabra más.

Mis puños hacen contacto brusco con la dura madera de la puerta del baño, apoyo mi cien en esta para no perder el equilibrio.

Emma MacQuioid —, dije con voz desgarrado. Ella era la culpable de todo lo que le había pasado a Keithlyn. Lo sabía y no hacía nada al respecto, pero no sería por mucho.

Iba a pagar y yo me encargaría de que lo hiciera.

Keithlyn ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora