IV | Horriblemente Hermoso

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Louis conducía como si ya conociera las calles, anticipando mis palabras. Cuando estaciono en frente de mi casa no me baje del coche. Nos quedamos en silencio por un momento viendo hacia a el frente.

"Eh... Gracias. Por todo." Dije, o más bien, murmure, mientras trataba de desabrocharme el cinturón de seguridad. No pude.

Louis se quito el suyo y -acercándose- me desabrocho  el mío. "No-" miro mis labios "-importa." Y me beso.

Sus labios eran suaves, pero estaban fríos por el aire de l noche. Como el coche era descapotable también tenia los labios resecos y agrietados por el aire frío de la noche. Pase mis mano entre sus brazos, moviéndolas en su espalda. Louis también lo hizo, pero, después de un rato movió sus manos a mis pechos, movió mi chaqueta levemente y los acaricio sobre el vestido.

Baje las manos a su entrepierna y el dio un gemido varonil y ronco. Separo nuestros labios y, con la respiración rápida, repartió besos por todo mi cuello, sus manos aun en mis senos. Poso sus labios más tiempo en una parte de mi cuello, mis manos alborotando su cabello y su cabeza, oculta entre la curva de mi cuello, era escondida por una cortina creada por mi cabello. Sentí sus dientes morderme y no pude evitar gemir. Louis se separo y me miro sonriente. Y yo pase ligeramente mi mano por mi cuello, ligeramente perturbada. Louis me había dejado un chupetón, me había... marcado*. "Tú... Tú me has marcado." Dije aún aturdida. Louis asintió energético, idiota*. "¿Puedo marcarte yo?" Me miro confundido, parecía no saber que decir. "Digo, después de todo tu no los has hecho sin mi permiso."

"Esta bien. 'Márcame', Anders." Ladeo su cabeza y puse mis manos en sus hombros. Poseé mis labios en su cuello e imite lo que el había hecho en mi.

Cuando termine, Louis paso su mano por su cuello y me sonrió. "¿Quieres pasar a mi casa? Ya sabes... No hay 

nadie y..." Le dije.

"No, no puedo." Dijo interrumpiéndome, sonriente.

Murmure un "esta bien" y me baje del coche cabizbaja. Abrí la puertita de madera y cuando llegue a la puerta de entrada, no pude resistirme y volteé a verlo. Ahí estaba, viéndome. Le sonreí ligeramente y lo despedí con un ligero movimiento de mano. El arranco el carro, sonriendo, y con un estridente sonido se fue a toda velocidad por la carretera. Abrí la puerta y me metí. Apenas cerré la puerta, me recosté en la puerta y, dando un largo suspiro, resbale lentamente hasta quedar en el piso. ¡Dios! ¡Que vergüenza! ¿Me habré visto como una ofrecida? ¿Como una fácil? ¿Promiscua? ¿Nínfomana? ¡Jesus! ¡No me quiero -ni puedo- imaginar que habrá pensado Louis de mi!

Horriblemente Hermoso | Louis Tomlinson | TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora