2. El Rey del Norte

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Un mes más tarde.

Era el día del casamiento y lo único que mantenía a Jovan en pie era el saber que su prometida tampoco creía justo el matrimonio.

Durante aquel mes, Samirah se volvió una más del grupo, lo cual, en parte, volvía la situación mucho peor ya que para el chico era imposible odiarla. Era de su propia Nación, por lo que ya de por sí compartían gustos y costumbres, luego de tanto tiempo entre Exilium, Humanos y sus amigos de las otras Naciones, había olvidado lo que era estar con otro Illustratum. Samirah era amable, valiente y abnegada, todas buenas cualidades para una futura Reina, ¿Pero qué sabía él sobre ser un Rey?

Marely le explicó a la Princesa todo lo que había sucedido durante su estadía en la Nación Fluxa y los futuros planes de Thais para Nihil. Samirah parecía totalmente de acuerdo y no veía la hora de continuar con el plan.

-Luego del casamiento nos iremos- le decía Jovan como si imaginar que era de otros volviera la situación mucho mejor.

Tal y como el muchacho esperaba, la ceremonia fue una tortura. Los Carguimen Illustratum se casaban vestidos en prendas de oro, en honor a su Diosa y lo hacían al amanecer, ya que el sol le daba una bienvenida a los casados y los bendecía con su luz.

Ambos cumplieron con todas las tradiciones: Jovan fue coronado como Rey y luego Samirah fue coronada como Reina, ambos se asomaron por el balcón real y saludaron a su pueblo y dieron un vuelo sobre el Palacio sobre el animal sagrado para que todos aquellos que no supieran sobre Jovan, ahora lo sabrían.

El momento más temido llegó. Para este entonces ya había anochecido, Marely se encontraba realizando los preparativos para su partida, Samirah se encontraba en la Alcoba Real con sus doncellas preparándose para...cumplir con su deber y Jovan ya estaba listo. Al menos en el exterior.

Se supone que un sacerdote y dos miembros de la guardia real vendrían a buscarlo y lo llevarían a donde se encontraba su esposa.

Ahora vestía solamente unos pantalones de algodón blancos, unos collares de oro que caían justo sobre su tatuaje con la cabeza del León y la pesada corona de oro sobre su cabeza.

El muchacho se dejó caer contra la pared, ¿Ahora también le dirían alteza como a Thais? Ellos planeaban partir al día siguiente pero eso también significaba dejar al Reino sin sus reyes, ¿Que pensarían de ellos?

De pronto Jovan escuchó unos pasos en el pasillo y contuvo la respiración. Los segundos parecieron infinitos hasta que Caleb dobló la esquina, mientras que caminaba sigilosamente hacia él.

El humano lo inspeccionó de arriba a abajo pero no dijo nada.

-¿Cómo te sientes?- le preguntó Caleb. Jovan suspiró y miró el rostro del humano detalle por detalle.

-Siento que voy a vomitar- respondió Jovan con sinceridad. Caleb rió mostrando unos dientes blancos y alineados. Pero su risa se desmoronó con rapidez al ver la expresión de su amigo.

-Hey, vas a estar bien- le aseguró tomándolo del hombro- no lo sé, piensa en otra Carguimen, estoy segura de que ella también va a estar pensando en alguien más. Tienen que hacerlo, así el Reino sabrá que el amor de sus Reyes es fuerte, como su futuro Reinado.

Jovan lo observó sorprendido. Caleb volvió a reír.

-Marely me lo explicó- confesó el humano. El también le había preguntado a la chica porqué debían hacerlo y si existía una forma de evitarlo.

-No si quieres que nos dejen irnos sin creerlos desertores- le había contestado ella.

Jovan suspiró.

-Quiero que estés allí- le pidió. El rostro de Caleb se desencajó.

-¿Qué?

-Necesito que estés allí para mi. Por favor- rogó el Illustratum, olvidando que era un Rey y técnicamente podía ordenarle que asistiera.

A Caleb no le gustaba la idea, pero accedió.

Cuando llegaron a la habitación, las doncellas de Samirah se fueron y dejaron entrar a los hombres.

La joven se encontraba sentada sobre la cama, con un vestido de algodón delicado que dejaba translúcir las partes indicadas. Llevaba su corona de oro sobre la cabeza y su rostro estaba completamente rojo.

Jovan se mantuvo estático, sin saber que hacer.

Monai, el sacerdote, fue el primero en hablar.

-Me imagino que éste es tu Escudero- comentó. Jovan no contestó, pero Caleb fue mucho más rápido.

-El Rey me necesita presente aquí, su gracia- contestó el chico con una mueca. Luego de haber conocido a Thais, no creía poder conocer a nadie que tuviera contacto con los Dioses. Aquel hombre parecía un imitador barato y le fastidiaba el hecho de que estuviera allí para observar todo.

-Bien, desvista a sus altezas y deje que se realice la consumación.

Caleb palideció, ahora él había quedado sin habla.

-¿Qué?

-¿Para qué está aquí si no es para eso? Si no lo hace usted entonces le pediré que abandone la habitación y lo haré yo mismo, no hay tiempo que perder- contestó el sacerdote de mal humor.

Caleb observó a Jovan, no podía creer que tendría que desnudar al hombre que quería para alguien más.

Aspersusque: Los Guerreros De StateraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora