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—Hijo, vamos a salir un rato ¿quieres venir? —la señora Kim preguntó con una sonrisa mientras observaba a su hijo con cariño, lo había echado de menos.

—Estoy cansado, mamá —Minseok respondió. Estaba sentado en su cama desempacando, detrás de su ventana el sol empezaba a ponerse.

La mujer asintió y se adentró a la habitación para besar la frente de su hijo.

—Te ves muy pálido, ¿seguro que te sientes bien? —ella preguntó con preocupación. Minseok asintió, aún se sentía extraño, pero no tenía porqué alarmar a su madre—. Te dejamos pizza en el microondas. Descansa.

Cuando hubo separado la gran variedad de dulces y golosinas de la ropa sucia, Minseok decidió asaltar el microondas. Una pizza de cinco quesos. Era su favorita, pero esta vez no se le antojaba saltar sobre ella. La acercó a su nariz para olfatearla y su apetito la rechazó. Eso era extraño y aún sentía hambre. Abrió el refrigerador; habían algunas frutas, frascos con mermeladas y aderezos, algunas sobras de comida y al fondo una pequeña bandeja con carne roja. Los ojos de Minseok se dilataron al ver el color tan encendido de la sangre. Siguiendo un desconocido impulso, sacó la carne y la sazonó solo un poco para ponerla a sofreír sobre una sartén.

Su cabeza estaba ocupada con muchos pensamientos, pero su mirada no se despegaba del alimento que chisporroteaba suavemente y que desprendía un olor que lo tenía casi babeando. Incluso antes de que la carne estuviera cocida a un término medio, Minseok la sacó de la sartén y la sirvió en un plato. Cortó el primer trozo haciendo uso de un cuchillo y un tenedor, como su madre le había bien enseñado, y lo llevó a su boca. El sabor era casi celestial. Minseok gimió, soltó los cubiertos y tomó el trozo de carne aún caliente entre sus manos para llevarla a su boca y desgarrarla con sus caninos.

El estudiante volvió a su habitación con una gran sonrisa, completamente satisfecho después de haber acabado con un kilo de carne él solito y aún relamiéndose los dedos en lugar de usar una servilleta desechable como una persona civilizada.

"Batería completa"


Minseok tarareó contento y presionó el botón de encendido de su celular, notificaciones de sus redes sociales empezaron a sonar con distintos timbres. Se pasó un buen rato navegando en el internet, hasta que encontró una publicación de uno de sus compañeros; era una fotografía de todo el curso de pie fuera del famoso castillo de Drácula. Minseok recordó que él mismo había sacado muchas fotos de la legendaria ciudad y abrió su galería.

¿Quién...? —murmuró completamente confundido. La primer fotografía era la última que había sido tomada, pero era tan extraño; no conocía a los sujetos que habían sido captados distraídos.

Eran tres hombres jóvenes. El de la izquierda era un sujeto de cabello castaño que comía un trozo de carne con sus dedos y que le recordó a sí mismo hacía solo un rato en la cocina, era un moreno joven y atractivo, tenía ojos pequeños y aunque no miraba a la cámara, Minseok tuvo la certeza de que eran un color ambarino como el de la miel. Por el ángulo en que la fotografía había sido tomada, podía verse una de sus orejas que extrañamente se parecía a las orejas de los linces, terminando en una punta de vello. A su lado había un sujeto irrealmente bello, era más grande que los demás y observaba distraídamente hacia el frente, tenía una mandíbula pronunciada y labios gruesos y de un rosa exigente, su cabello era muy oscuro y su piel era un poco más bronceada que la del primer sujeto. Después había un espacio vacío al que Minseok no prestó mucha atención inicialmente, solo unos segundos después de observar atentamente se dio cuenta de que había una silueta transparente, conformada por unos cuantos destellos como si el sol estuviera golpeando con su luz sobre un cristal de forma humana. Minseok sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal, especialmente cuando llegó al último sujeto, el de la derecha. Este tenía el cabello de un color parecido al de la paja, la piel tan blanca como la nieve y los labios rojos, alzaba una copa llena con un líquido transparente y miraba fijamente a la cámara. Era imposible no sentirse atrapado en esos ojos tan vivos como la sangre.

Minseok soltó un jadeo y dejó caer su móvil. Le daba miedo volver a ver la fotografía, pero no pudo borrarla, necesitaba saber por qué tenía esa fotografía y en dónde la había tomado.



Sehun jadeó y su cobija cayó al piso ya que no dejaba de removerse inquieto en su cama. Sus ojos estaban cerrados, su ceño fruncido y su boca entreabierta. Dormía solo en ropa interior porque hacía calor esa noche. Su pecho subía y bajaba con una respiración agitada. Sehun bajó una mano a su pene y lo rozó inconscientemente.

El demonio recolector de almas se encontraba de pie en un rincón de la habitación con sus alas y cola escondidas entre las sombras de la noche, vigilando con ojos oscurecidos los tortuosos sueños húmedos del joven casi universitario.

Detente... —Luhan murmuró abrumado por el placer que ambos experimentaban dentro de la mente de Sehun.


Chanyeol se tambaleó hacia el cuarto de baño a mitad de la noche para buscar medicamentos. Apoyó sus antebrazos sobre el lavamanos y jadeó repetidamente con pesadez, todo su cuerpo dolía, sentía que su temperatura estaba demasiado alta. Su tía había dicho que se trataba de una gripe, pero él nunca había tenido una gripe que lo destrozara tanto. Levantó su vista hacia el espejo del botiquín y jadeó con mayor fuerza al ver un destello rojo en sus ojos. 

Retrocedió aterrado y volvió a meterse bajo sus sábanas.



MONSTRUOS En La CiudadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora