MONSTRUOS En La Ciudad

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Con sus largos dedos recorrió el área de las costillas, mientras sus labios se deslizaban una y otra vez sobre los de Tao, aún sin llegar a besarlo. Kris empezaba a sentir cierto calor en su ingle que no había experimentado en siglos. No se detuvo a meditarlo, tomó la boca de Tao por completo, haciéndolo rodar un poco en la cama hasta tenerlo bajo su cuerpo.

Bajo las prendas modernas que vestía, aún llevaba la tela con la que lo habían envuelto antes del ritual. Él no era más que un muerto en vida, pero justo en ese momento, se sentía más vivo que nunca, todo su cuerpo se sentía vivo y fuerte.

Un carraspeo los hizo separarse.

—Disculpen, ¿me hacen un espacio?

Kris miró de mala gana al licántropo que los había interrumpido. Aunque su gesto de molestia cambió a uno de completo asombro al notar el ojo morado y medio hinchado de Chen.

—No lo convenciste, ¿eh?

Chen negó y se metió a empujones a la pequeña cama individual del humano, dejando a la feliz pareja arrinconada al fondo. Minutos después, el muchacho lobo estaba respirando pesadamente hecho un ovillo, completamente dormido a pesar de las fuertes negativas de Minseok a reconocerlo.

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Lay cerró su laptop lentamente cuando uno de sus peluches —tenía un montón de peluches de My little pony en una repisa— cayó al suelo sin más. Un miedo helado erizó sus brazos y cuello. Miró en todas direcciones, comprobando que no había nadie en la habitación. Debía estar desarrollando un problema de paranoia; una irracional sensación de estar siendo observado lo había acompañado el último par de días.

Incapaz de quedarse en su habitación, en donde muy probablemente había algún fantasma, espíritu, o monstruo, tomó su billetera y su móvil. Eran más de las ocho de la noche, sus padres estaban frente al televisor.

—Voy a estar con Sehun —anunció.

Su madre empezó a decir algo sobre lo peligroso que era salir de noche, pero Lay ya estaba fuera de la casa, de momento, le asustaba más su habitación.

El aire nocturno golpeó su rostro y le dio unos instantes de paz, tal vez solo necesitaba salir. Se colocó los audífonos y caminó con más tranquilidad.

Pero su paz se fue por el caño en cuanto se detuvo frente a la casa de Sehun y miró a través de la ventana de la habitación de su mejor amigo.

Sehun estaba jugando videojuegos con un demonio.

Lay retrocedió instintivamente. Sehun estaba sonriendo y dándole codazos al ser de alas oscuras y cuernos, que también sostenía un mando a distancia. Lay jadeó. Lo que veía no podía ser cierto. Cerró sus ojos con fuerza y los abrió de nuevo. El demonio seguía ahí. ¿Era una alucinación? ¿Es que su amigo no podía ver lo mismo que él?

Lay retrocedió algunos pasos y decidió regresar a casa, preguntándose qué pensarían sus padres si les pedía dormir con ellos. Encendió todas las luces a su paso y se obligó a volver a su habitación. 

Todo en orden, excepto por Pinkie Pie, que estaba de nuevo en la repisa. Lay estaba casi seguro de que él no la había recogido. Puso llave a su puerta y observó la estancia con más detalle. La ventana estaba estaba abierta y él no la había dejado así. Caminó dudoso hasta su armario y abrió ambas puertas de golpe. Nada, no había ningún intruso ahí. Abrió la puerta del cuarto de baño, tampoco había monstruos, demonios o delincuentes ahí. Miró debajo de su cama, todo estaba oscuro ahí abajo, pero un escalofrío le recorrió el cuerpo, cuando el roce de unos dedos le acarició la nuca.