EL PUEBLO

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Ha pasado cinco  semanas del pequeño accidente de Carlota, desde hace una semana su tobillo no ha dolido y hemos dados paseos por el jardín. Desgraciadamente nunca solos, no faltó la personas que  ofreció  a acompañarnos.

Pero hoy no salimos de la habitación y hemos estado todo el día, tarde y noche encerrados aquí porque Carlota, está intentando convencerme de escapar para ir al pueblo—. Vamos, son las fiestas patronales del pueblo.

—Carlota, estas delicada.

—Por favor, Juan, ya estoy bien, sólo será unas horas, por favor —pide —. Mi pie ya está curado, mire. —Da vueltas sobre el—. Estoy perfecta.

—No, Carlota, si te vuelvas a lastimar, ¿cómo le voy a explicar a tu padre que el dolor de tu tobillo volvió, sin tener que contarle que nos escapamos?

—No le tendrá que contar,  porque no nos  pasará nada, Juan, confié en mí. —Me toma del brazo—. Me he escapado miles de veces y siempre regresé a salvo.

—Esta bien, Carlota. —Cláudico a sus deseos—. Sólo unas horas.

Carlota brinca  como niña—. Gracias —me abraza de la emoción.

Mis manos rodean rápido su cintura, pues he descubierto que me gusta sentirla en medio de ellas—. No es gratis, Carlota, como la vez que te ayudé a saltar la barda, este favor también tiene precio.

Carlota me suelta, separándose  para verme un momento—. ¿Qué tendría que darle como pago?

—Te diré hasta que regresamos.

—No es justo —dice, haciendo un pequeño puchero—. Con este le debo dos favores y ni siquiera sé qué es lo que pedirá.

—¿Quién te dijo que la vida es justa?—suelto una carcajada.

—Se aprovecha de que quiero salir de estas cuatro paredes.

—Hay que aprovechar cada oportunidad que te da la vida. —digo entre carcajadas—. Hay que cerrar la puerta con con llave ¿Ya cambiaron la chapa?

—Si, Alfredo lo hizo.

Alfredo, Alfredo. ¿Acaso ese hombre sabe hacer todo? —. Dame  la llave para cerrar. —Carlota me entrega la llave que tenía guardada debajo de su almohada.

Movemos el espejo que cubre la puerta secreta, Carlota toma el candelabro, mientras entrelaza sus dedos a los míos —. Vamos —dice, y caminamos por el camino secreto, hasta llegar al jardín—. Ahora hay que ir con Alfredo.

—Pensé que iríamos sólo nosotros dos.

—Vamos a ir sólo nosotros, pero Alfredo es que puede darnos los caballos para llegar al pueblo.

Avanzamos hasta la pequeña casa del amigo de Carlota, llamamos a la puerta al tercer toque, el hombre que buscamos se muestra frente a nosotros casi desnudo, al verlo tomo el brazo de mi prometida y la hago girar evitando que lo vea—. Ponte algo.

—¿Por qué? —contesta tallandose lo ojos, pues al parecer lo despertamos.

—Porque estas frente a una dama.

Alfredo  pestañea varias veces antes de identificarnos—. Carlota, Juan ¿Qué hacen aquí?

—Quiero que me ensilles dos caballos, Alfredo. Por favor —contesta Carlota, intentando girar pero evito que lo haga abrazándola.

—¿Qué piensan hacer?

—Iremos a las fiestas del pueblo, Alfredo —contesto.

—Ay, Carlota, tú y tus escapadas. Esperen cinco minutos, sólo dejen que me vista. —Da media vuelta, entrando a su casa. Después del tiempo establecido por él mismo, aparece frente a nosotros—, Vamos.

ME CASÉ CON LA FEA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora