capitulo 3

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Le vio despertar, parecía estar sufriendo.

¿Qué era lo que sucedía?

Se sentía un cretino.

Él no la había obligado sin embargo sus gestos y su cuerpo parecían decir lo contrario, no dijo nada solo se quedó observando como ella se alejaba de él disculpándose completamente colorada por lo sucedido.

Así permanecieron hasta que el carruaje se detuvo, él, la ayudó a bajar y la escoltó hasta la entrada de la mansión donde toda la servidumbre los esperaba de pie para darle la bienvenida.

-querida, este es Wils, nuestro mayordomo-anunció formalmente y así le fue presentando a gran parte del servicio, hasta que llegó a una bella señorita de ojos claros y cabello rubio que fácilmente pudo haber sido la sensación de la temporada si contara con un título.

Su doncella, había dicho el, ella le sonrió amable y se dejó dirigir a el interior de aquel lugar que sería su hogar durante unas semanas.

Luego de mostrarle brevemente la mansión la dejo ser acompañada por su doncella a la habitación que le correspondía.

Agradeció el hecho de que su esposo se haya dirigido a una puerta diferente ya que no sabía cómo retrasar aquella situación a la que le tenía tanto miedo.

Dejó que su doncella le ayudara a salir de aquel enorme vestido y luego de ponerse el camisón con el que dormiría se dejó peinar intentando mantener sus nervios a raya.

Un tirón de pelo la sacó de sus pensamientos, miró a su doncella quien rápidamente se disculpó y siguió con su tarea.

No habían intercambiado casi palabras pero ella no parecía mirarla con agrado.

No tenía la mínima intención de llevarse mal con la servidumbre de aquel lugar, sabía que si David decidía dejarla allí de por vida y olvidarse de que tenía una esposa, ellos serían su sustento, sus compañeros de vida.

Sacudió su cabeza intentando no pensar en lo que le deparaba el futuro, y le pidió a su doncella que se retirara, lo haría ella misma.

Cuando estaba terminando su esposo ingresó a la habitación, vio como los ojos de ella se llenaban de miedo y se acercó tomando una decisión.

Cuando lo tuvo a su lado su cuerpo ya temblaba incontrolablemente, no le tenía miedo, le asustaba las consecuencia de todo aquello que escondía y no podía decir y a la reacción de él al enterarse.

Porque sabía que lo haría, se enteraría y entonces sería el final de aquel matrimonio.

Él Suspiró, se acercó a su frente dejando un breve beso, entonces se enderezó y salió de aquel lugar sin decir nada más, pero ella había entendido.

Le había dado tiempo y ella lo agradecía.

David jamás la obligaría; por un momento creyó que ella había sentido la misma corriente que recorría su cuerpo cuando estaban cerca, sin embargo y al parecer, estaba equivocado.

Aquella noche David se acostó en su cama sabiendo que ella se encontraba solo a una puerta de su propio dormitorio y mentía si no decía que moría por estar en el mismo lugar, en la misma cama, sobre su cuerpo proporcionándole caricias que la harían temblar, que la llevarían al paraíso y que saciarán la necesidad que él sentía de ella.

Suspiro y se acomodó para dormir.

A la mañana siguiente se levantó temprano para arreglar algunos asuntos pendiente, dentro de sus negocios, que necesitaban de su presencia y atención para ser concretados.

Sin embargo cuando se dirigió al comedor se sorprendió al encontrar, sentada en la mesa, esperándolo para comenzar a comer, a su esposa.

La saludo cordialmente y se dirigió a su asiento, pensó que ella aprovecharía a dormir, sin embargo no parecía ser el plan de la duquesa, en realidad no sabia de que se sorprendía ya que ella nunca se quedaba hasta muy tarde en la cama.

Lo había podido comprobar durante el tiempo que vivieron juntos antes del casamiento.

No había sido más de cuatro meses en los que la tía de la joven había actuado de carabina y se había quedado en la mansión Wenblook.

Pero había sido lo suficiente para comprobar que eran compatibles en muchos aspectos.

Sin embargo, el miedo que veía en los ojos de Anabel era algo nuevo.

Durante los primeros meses había encontrado en ellos desconfianza y tal vez un poco de agradecimiento, pero de a poco aquello se fue convirtiendo en una amistosa cordialidad y talvez hasta cariño.

Sin embargo y al parecer, la boda había borrado aquellos sentimientos.

Como si estar casado lo cambiará todo.

Anabel lo vio llegar, moría por contarle la verdad.

el era tan generoso y atento, sentía tanta culpa al estar ocultando cosas.

quizás estaba exagerando, quizás él no la juzgaría, quizás él entendería.

pero todo quedaba en eso, una suposición porque quizás no estaba exagerando, quizás él la juzgaría, quizás él no entendería.

quizás no era tan bueno.

Respondió cortés mente el saludo que él pronunció al entrar , y lo vio sentarse mientras la servidumbre servía el desayuno en la mesa.  

Si No Es Demasiado Tarde Para Pedir Perdón #2.1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora