No muchas mujeres podrían presumir de que entrar en un vestuario lleno de deportistas en pelotas forma parte de su trabajo, aunque tampoco existen muchas mujeres con un trabajo como el de Kelsey McNeil.
Relaciones públicas especializadas en remodelar la imagen de sus clientes, así como restituir los daños ocasionados por una mala imagen, Kelsey había sido contratada por Kidco Corporation para reconvertir la reputación de los New York Blades, el equipo de Manhattan que competía en la Liga Nacional de hockey sobre hielo. Para decirlo de buena palabra los chicos del equipo eran famosos por jugar duro tanto sobre el hielo como fuera de él. Algo que se había hecho más evidente que nunca en la última temporada, después de hacerse con la Copa Stanley por primera vez en veinte años. Todo el mundo sabe que los chicos son chicos, pero esos chicos pasearon la Copa por diversos locales de striptease de Manhattan, donde disfrutaron del extraño y singular placer de contemplar como señoritas con cubre pezones y poca cosa más "actuaban" con lo que muchos consideran el Santo Grial de los deportes. Pero aún, corrían rumores sobre la existencia de una fotografía en la que aparecían unos cuantos jugadores junto a la Copa, con pajitas de plástico pegadas a la nariz y la cabeza inclinada en acto de reverencia para esnifar de un montoncito de cocaína. No es de extrañar que el malhumorado y recién estrenado jefe de Kelsey, Lou el Toro Capesi, engullese medicamentos para la acidez como si de agua mineral se tratara. El equipo era una verdadera pesadilla para cualquier profesional de las relaciones públicas.
Y a Kelsey le pagaban muchísimo dinero para cambiar todo eso.
Abriéndose camino entre el bullicioso grupo de periodistas que revoloteaba por el luminoso vestíbulo de suelo de hormigón que daba acceso al vestuario, Kelsey se armó de valor pensando en lo que le esperaba al otro lado de la puerta: cuerpos masculinos desnudos y sudorosos. Muchos. Hombres grandes y musculosos riendo y bromeando entre ellos, sacudiéndose los traseros con las toallas. Hombres saliendo tranquilamente de la ducha. Hombres haciendo estiramientos, masajeándose unos huesos castigados por la batalla. El día anterior había conocido a aquellos hombres en las mismas circunstancias — a todos, excepto a su capitán, Justin Bieber, que empezaba las sesiones de entrenamiento un día después —.
Lou había hecho las presentaciones y ninguno de ellos se había mostrado incomodo en absoluto por deambular completamente desnudo o medio vestido delante de una delicada relaciones públicas. Kelsey, por otro lado, había tenido que hacer un gran esfuerzo para evitar el irresistible deseo de mirar, boquiabierta y ensalivando, los físicos perfectamente esculpidos de aquellos tipos. Y se aseguró, además, de mantener la mirada situada en todo momento al norte del ecuador.
Una vez dentro del vestuario, se encontró con la misma escena que el día anterior. Algunos jugadores se habían repantigado medio desnudos en los bancos de madera situados frente a las taquillas y charlaban entre ellos. Otros estaban sentados en una mesa grande y rectangular que se encontraba en un rincón del vestuario, tragando vasos tamaño elefante de Gatorade que se servían de unas jarras enormes. Unos cuantos la saludaron con un movimiento de cabeza; algunos, pensó, apartaron la vista expresamente. En un radiocasete sonaba la música a todo trapo. ¿The Who? ¿Pearl Jam? Ni idea. El ambiente era exuberante, una sensación de vértigo casi adolescente. Aunque era septiembre, época de pre temporada, los Blades estaban claramente mentalizados para hacerse de nuevo con la Copa Stanley. Respiro hondo, intentando ignorar el penetrante e inevitable olor a sudor masculino, se acercó al banco situado en el centro del vestuario y se encaramo a él. Entonces, con todas las fuerzas que fue capaz de reunir, se llevó los dedos a la boca y silbó. La estancia se quedó en silencio y todas las miradas se clavaron en ella.
— Escuchadme, chicos. Ahora que he conseguido captar vuestra atención, quiero deciros que necesito vuestra ayuda. — Echo un vistazo al vestuario, procurando establecer contacto visual con todos los jugadores—. Como sabéis, la organización de los Blades ha sido adquirida recientemente por Kidco Corporation, una empresa que se enorgullece de ofrecer al público diversión para toda la familia. — La estancia se llenó de abucheos y risitas. — Kidco quiere unos Blades ganadores tanto dentro como fuera del hielo, y con esto me refiero a que le gustaría que cada uno de vosotros ofreciera alguna cosa a la comunidad para la que juega. — Agito los papeles que llevaba en la mano—. Esto es una agenda de los actos de beneficencia que se llevaran a cabo en la ciudad a lo largo del próximo año. He subrayado todos aquellos que no coinciden con las fechas de vuestros partidos y vuestros viajes. Me gustaría que cada uno de vosotros se apuntara para asistir a un mínimo de tres.
ESTÁS LEYENDO
Contacto
أدب الهواةKelsey McNeil es una publicista con la misión de cambiar de imagen de los chicos malos del hockey: Los New York Blades, campeones de la Copa Stanley Justin Bieber es un capitán con una misión...lograr que su equipo gane la copa otra vez...cueste lo...