Capítulo 6

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— ¿Qué tal por Key West? — preguntó Kelsey, quintándose sus Manolos de una patada.

— Calor. Deberían matar a quien quiere que tuviera la brillante idea de hacer una sesión de búsqueda de localizaciones en Key West a primeros de septiembre. — Teresa lanzó un profundo suspiro y se derrumbó en el sofá al lado de Kelsey—. Eso de que no estuvieras allí fue un rollo. No tenía nada con quien reír cuando apareció Nicholas Kastley con uno de esos mini bañadores Speedo.

Kelsey se estremeció. Nicholas Kastley era uno de los actores de más edad; llevaba años peleándose con el Padre Tiempo en un encuentro lleno de amargura que estaba perdiendo de muy mala gana.

— Debió de ser desgarrador.

— No, lo que fue desgarrador fue ser llamada a su habitación para que le ayudara a aplicarse Just for Men al vello de las piernas.

Kelsey se detuvo a medio sorbo de agua.

— Me tomas el pelo.

— Ojala fuera así. Pero te lo digo de verdad, la cadena no me paga suficiente dinero para hacer esas cosas.

— Sí, pero piensa en todo el material estupendo que estás recopilando para cuando hagas ese libro en el que vas a contarlo todo— bromeó Kelsey—. Un bestseller garantizado, lo sabes de sobra.

— Excepto que tendré que cambiar todos los nombres o esperar a que estén todos muertos para escribirlo— se quejó Teresa, sirviéndose en la misma copa que Kelsey y bebiendo hasta apurar su contenido—. Mmm, eso es lo que necesitaba. — devolvió la copa a Kelsey con cara de impaciencia—. Ya basta de hablar de mí. Ahora quiero oírlo todo sobre estos machos gigantescos sobre patines con los que te pagan por estar.

— ¿Qué quieres saber?

— ¿Cuántos hay solteros?

— Teresa — le dijo Kelsey con reprobación.

Sabía que llegaría. En el mismo instante en que Kelsey le explico a su amiga que había aceptado el puesto, Teresa se le había echado encima para conocer los detalles sobre los chicos que estuvieran disponibles.

— ¿Y bien? — insistió Teresa—. ¿Alguna posibilidad?

— Todavía no lo se— le dijo Kelsey, andándose con rodeos, aunque era verdad— Deja que los conozca mejor y te diré alguna cosa.

— El capitán está muy bueno— comentó Teresa en voz alta. Deshizo el turbante de toalla y empezó a frotar con fuerza su melena negra y ondulada—. ¿Cómo se llama? ¿Jerry Bieber?

— Justin Bieber— la corrigió Kelsey. Se quedó tensa —. ¿Crees que está bueno?

— ¿Por qué? ¿Tú no?

— La verdad es que no me he dado cuenta.

— Entonces abre los ojos, chica; está buenísimo.

— Me imagino — respondió Kelsey distraídamente.

Por supuesto que se había dado cuenta, pero había estado intentando no pensar en ello. Para empezar, Justin Bieber no era de su estilo. A ella le gustaban los hombres un poco más cerebrales. Además, sabía que con él no tenía ña mínima oportunidad. Ni media un metro ochenta, ni había aparecido nunca en la portada de una revista, ni subsistía a base de aire y agua, y sus tetas— si es que las tenía— eran completamente suyas. Justin Bieber no la miraría ni en un millón de años. Teresa, mientras, se había quedado con una mirada soñadora perdida en la nada.

— ¿Y qué me dices del ruso ese nuevo?

— ¿Alexis Lubov? Lo he conocido hoy.

— ¿Y...?

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